QUINTO DÍA

Hoy, tráeme a las almas de los hermanos separados y sumérgelas en el mar de mi misericordia. Durante mi amarga pasión, desgarraron mi cuerpo y mi Corazón, es decir, mi Iglesia. Según regresan a la Iglesia, mis llagas cicatrizan y de este modo alivian mi pasión.

Jesús misericordiosísimo que eres la bondad misma, tú no niegas la luz a quienes te la piden. Acoge en la morada de tu compasivísimo Corazón a las almas de nuestros hermanos separados y llévalas con tu luz a la unidad con la Iglesia y no las dejes escapar de la morada de tu compasivísimo Corazón sino haz que también ellas glorifiquen la generosidad de tu misericordia.

Padre eterno, mira con misericordia a las almas de nuestros hermanos separados, especialmente a aquellos que han malgastado tus bendiciones y han abusado de tus gracias por persistir obstinadamente en sus errores. No mires sus errores, sino el amor de tu Hijo y su amarga pasión que sufrió por ellos, ya que también ellos están encerrados en el compasivísimo Corazón de Jesús. Haz que también ellos glorifiquen tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén.