Misa Diaria y Lecturas
¿No puede asistir a la Santa Misa? EWTN le ofrece las lecturas del día para permitirle seguir la Misa diaria en su transmisión por televisión. Las lecturas también son ideales para hallar tiempo durante el día para la reflexión espiritual. Escuche, vea o lea desde la comodidad de su hogar. Esta página incluye las lecturas del día y videos en línea, un recurso para todo el que desee vivir la vida de fe que agrada a nuestro Señor.
Domingo 19 de marzo de 2017
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El Padre Joseph Mary Wolfe dice: «Hemos integrado este pequeño cuadernillo para ti, para ayudarte a unirte a la Iglesia Universal en todo el mundo a cantar las alabanzas del Señor mientras rezamos y cantamos juntos, unidos en el Sagrado Sacrificio de la Misa por EWTN».

III Domingo de Cuaresma
Total Consecration – Day 28; Creed
Primera Lectura
Éxodo 17:3-7
3Pero el pueblo continuaba sediento y murmuró contra Moisés:
—¿Por qué nos has sacado de Egipto para dejarnos morir de sed, a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
—¿Por qué nos has sacado de Egipto para dejarnos morir de sed, a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
4Moisés clamó al Señor diciendo:
—¿Qué puedo hacer con este pueblo? Casi llegan a apedrearme.
—¿Qué puedo hacer con este pueblo? Casi llegan a apedrearme.
5Respondió el Señor a Moisés:
—Pasa delante del pueblo acompañado de algunos ancianos de Israel, lleva en tu mano el bastón con que golpeaste el Nilo y emprende la marcha.
—Pasa delante del pueblo acompañado de algunos ancianos de Israel, lleva en tu mano el bastón con que golpeaste el Nilo y emprende la marcha.
6Yo estaré junto a ti sobre la roca en el Horeb; golpearás la roca y saldrá agua para que beba el pueblo.
Lo hizo así Moisés a la vista de los ancianos de Israel.
Lo hizo así Moisés a la vista de los ancianos de Israel.
7Y llamó a aquel lugar Masá y Meribá por la querella de los hijos de Israel y por haber tentado al Señor diciendo: «¿Está el Señor entre nosotros, o no?»
Salmo Responsorial
Salmo 95:1-2, 6-9
1¡Venid!, cantemos jubilosos al Señor,
aclamemos a la Roca de nuestra salvación.
aclamemos a la Roca de nuestra salvación.
2Vayamos a su presencia con acción de gracias,
aclamémosle con salmos.
aclamémosle con salmos.
6Venid, adoremos y postrémonos,
pongámonos de hinojos ante el Señor, nuestro Hacedor.
pongámonos de hinojos ante el Señor, nuestro Hacedor.
7Pues Él es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo que Él apacienta, las ovejas que Él cuida. ¡Ojalá escuchéis hoy su voz!
y nosotros el pueblo que Él apacienta, las ovejas que Él cuida. ¡Ojalá escuchéis hoy su voz!
8No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como el día de Masá, en el desierto,
como el día de Masá, en el desierto,
9donde me tentaron vuestros padres,
me pusieron a prueba, aunque habían visto mis obras.
me pusieron a prueba, aunque habían visto mis obras.
Segunda Lectura
Romanos 5:1-2, 5-8
1Justificados, por tanto, por la fe, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,
2por quien también tenemos acceso en virtud de la fe a esta gracia en la que permanecemos, y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios.
5Una esperanza que no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado.
6Porque Cristo, cuando todavía nosotros éramos débiles, murió por los impíos en el tiempo establecido.
7En realidad, es difícil encontrar alguien que muera por un hombre justo. Quizá alguien se atreva a morir por una persona buena.
8Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros porque, siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
Evangelio
Primera Opción
Segunda Opción
Juan 4:5-42
5Llegó entonces a una ciudad de Samaría, llamada Sicar, junto al campo que le dio Jacob a su hijo José.
6Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado en el pozo. Era más o menos la hora sexta.
7Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo:
—Dame de beber
—Dame de beber
8—sus discípulos se habían marchado a la ciudad a comprar alimentos.
9Entonces le dijo la mujer samaritana:
—¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? —porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
—¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? —porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
10Jesús le respondió:
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva.
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva.
11La mujer le dijo:
—Señor, no tienes nada con qué sacar agua, y el pozo es hondo, ¿de dónde vas a sacar el agua viva?
—Señor, no tienes nada con qué sacar agua, y el pozo es hondo, ¿de dónde vas a sacar el agua viva?
12¿O es que eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
13—Todo el que bebe de esta agua tendrá sed de nuevo —respondió Jesús—,
14pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna.
15—Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla —le dijo la mujer.
16Él le contestó:
—Anda, llama a tu marido y vuelve aquí.
—Anda, llama a tu marido y vuelve aquí.
17—No tengo marido —le respondió la mujer.
Jesús le contestó: —Bien has dicho: «No tengo marido»,
Jesús le contestó: —Bien has dicho: «No tengo marido»,
18porque has tenido cinco y el que tienes ahora no es tu marido; en esto has dicho la verdad.
19—Señor, veo que tú eres un profeta —le dijo la mujer—.
20Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén.
21Le respondió Jesús:
—Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
—Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación procede de los judíos.
23Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca.
24Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad.
25—Sé que el Mesías, el llamado Cristo, va a venir —le dijo la mujer—. Cuando él venga nos anunciará todas las cosas.
26Le respondió Jesús:
—Yo soy, el que habla contigo.
—Yo soy, el que habla contigo.
27A continuación llegaron sus discípulos, y se sorprendieron de que estuviera hablando con una mujer. Pero ninguno le preguntó: «¿Qué buscas?», o «¿de qué hablas con ella?»
28La mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y le dijo a la gente:
29—Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será él el Cristo?
30Salieron de la ciudad y fueron adonde él estaba.
31Entretanto los discípulos le rogaban diciendo:
—Rabbí, come.
—Rabbí, come.
32Pero él les dijo:
—Para comer yo tengo un alimento que vosotros no conocéis.
—Para comer yo tengo un alimento que vosotros no conocéis.
33Decían los discípulos entre sí:
—¿Pero es que le ha traído alguien de comer?
—¿Pero es que le ha traído alguien de comer?
34Jesús les dijo:
—Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.
—Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.
35¿No decís vosotros que faltan cuatro meses para la siega? Pues yo os digo: levantad los ojos y mirad los campos que están dorados para la siega;
36el segador recibe ya su jornal y recoge el fruto para la vida eterna, para que se gocen juntos el que siembra y el que siega.
37Pues en esto es verdadero el refrán de que uno es el que siembra y otro el que siega.
38Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis trabajado; otros trabajaron y vosotros os habéis aprovechado de su esfuerzo.
39Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho».
40Así que, cuando los samaritanos llegaron adonde él estaba, le pidieron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
41Entonces creyeron en él muchos más por su predicación.
42Y le decían a la mujer:
—Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.
—Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.
Juan 4:5-15, 19-26, 39-42
5Llegó entonces a una ciudad de Samaría, llamada Sicar, junto al campo que le dio Jacob a su hijo José.
6Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado en el pozo. Era más o menos la hora sexta.
7Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo:
—Dame de beber
—Dame de beber
8—sus discípulos se habían marchado a la ciudad a comprar alimentos.
9Entonces le dijo la mujer samaritana:
—¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? —porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
—¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? —porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
10Jesús le respondió:
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva.
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva.
11La mujer le dijo:
—Señor, no tienes nada con qué sacar agua, y el pozo es hondo, ¿de dónde vas a sacar el agua viva?
—Señor, no tienes nada con qué sacar agua, y el pozo es hondo, ¿de dónde vas a sacar el agua viva?
12¿O es que eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
13—Todo el que bebe de esta agua tendrá sed de nuevo —respondió Jesús—,
14pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna.
15—Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla —le dijo la mujer.
19—Señor, veo que tú eres un profeta —le dijo la mujer—.
20Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén.
21Le respondió Jesús:
—Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
—Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación procede de los judíos.
23Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca.
24Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad.
25—Sé que el Mesías, el llamado Cristo, va a venir —le dijo la mujer—. Cuando él venga nos anunciará todas las cosas.
26Le respondió Jesús:
—Yo soy, el que habla contigo.
—Yo soy, el que habla contigo.
39Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho».
40Así que, cuando los samaritanos llegaron adonde él estaba, le pidieron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
41Entonces creyeron en él muchos más por su predicación.
42Y le decían a la mujer:
—Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.
—Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.