13 de enero, 1995 - A los jóvenes que participaban en el vía crucis, Manila

Autor: Juan Pablo II

 

 X JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS JÓVENES QUE PARTICIPABAN EN EL VÍA CRUCIS

Manila, viernes 13 de enero de 1995

«Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito» (Jn 16, 7).

Queridos jóvenes:

1. Estas palabras de Jesús en la última cena nos hablan de su vuelta al Padre. Mientras seguís el vía crucis en el Luneta Park y por las calles de Manila, meditaréis en lo que significa volver al Padre.

Cada uno de nosotros está implicado personalmente. El misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo afecta a toda la historia humana y toca a todo hombre, con el poder de traer la novedad de la vida que todos deseamos cuando aspiramos a la realización y a la felicidad.

2. En el misterio inescrutable del plan de Dios, «el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn 1, 14). Tomó un cuerpo como el nuestro, nació de la Virgen María... y, por su muerte en la cruz, nos hace volver al Padre a nosotros, hombres rebeldes y pecadores, para que podamos vivir en la esperanza cierta de la resurrección.

También su modo de volver formaba parte del plan del Padre. Leemos en el evangelio: «los soldados (...) le colocaron un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza (...) y, doblando la rodilla delante de él, le hacían burla (...). Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, (...) le llevaron a crucificarle» (Mt 27, 27-31).

3. Los ejecutores son todos los que obran el mal ante la mirada de Dios. A veces parece incluso que el mal prevalece, y que la gente no puede detenerlo. Los jóvenes preguntan qué se puede hacer ante tanto sufrimiento, ante tanta injusticia, ante tanta violencia y muerte.

Comenzamos a descubrir la respuesta cuando miramos a los demás protagonistas de este drama.

Los evangelios cuentan que a un hombre llamado Simón «le obligaron a llevar su cruz» (Mt 27, 32) y que había algunas mujeres que lo seguían, llorando, a lo largo de todo el camino hasta el lugar de la crucifixión (cf. Mt 27, 55 y par.). La tradición narra que una mujer de nombre Verónica enjugó el rostro de Jesús con un lienzo. El evangelio de san Juan nos dice que «junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena», así como «el discípulo a quien amaba» (Jn 19, 25-26).

Los fieles no abandonaron al Hijo de Dios escondido en el Hijo del hombre que sufría.

También para nosotros, Jesús en la cruz se convierte en la última prueba de nuestra fe y en el juicio de Dios sobre nuestra conducta.

4. La X Jornada mundial de la juventud constituye un día de solidaridad con el pueblo de Ruanda, que sufre. Oprimidos por el terrible mal que se ha abatido sobre ellos, nuestros hermanos y hermanas de Ruanda tienen necesidad de vuestra ayuda material, pero también necesitan apoyo para recuperar el sentido de su dignidad como hijos e hijas del Dios vivo. Que se sientan consolados al saber que estáis haciendo sacrificios por ellos, sacrificios que manifiestan vuestra preocupación real por esos hermanos y hermanas que están lejos, pero a quienes no habéis olvidado.

Cada uno de vosotros está invitado a escuchar las palabras del Señor: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lc 9, 23): la cruz del rechazar los modos de pensar que contradicen las enseñanzas de Jesús; la cruz de rechazar los deseos y las conductas que no son dignos de los seguidores de Cristo. Estáis invitados a permitir que la gracia transformadora que brota de la cruz de Cristo entre en vuestra vida, especialmente a través de la recepción del sacramento de la penitencia y de la reconciliación. Hay muchos sacerdotes con vosotros, que actuarán como instrumentos del perdón amoroso del Señor en este sacramento.

5. Señor Jesucristo, en la última cena dijiste: «Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito» (Jn 16, 7). Manda el Espíritu Santo sobre estos jóvenes, para que les enseñe a amar tu cruz y la cruz que le corresponde a cada uno personalmente.

Ayúdales a seguir de cerca tus huellas por el camino que conduce al Calvario, el camino que lleva a la resurrección y, después, a donde estás tú sentado a la diestra del Padre.

Desde allí, Señor, envía el Espíritu Santo al corazón de los jóvenes reunidos en Manila para la X Jornada mundial de la juventud. Que él les ayude a responder con generosidad y sin miedo a tu llamada: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21). Hazlo para gloria de Dios Padre. Amén.

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