A la La Federación italiana de ejercicios espirituales

Autor: Benedicto XVI

DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LA XXIII ASAMBLEA GENERAL DE LA FEDERACIÓN ITALIANA
DE EJERCICIOS ESPIRITUALES
Sábado 9 de febrero de 2008

Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas: 

Me alegra encontrarme con vosotros al final de la asamblea nacional de la Federación italiana de ejercicios espirituales (FIES). Saludo al presidente, cardenal Salvatore De Giorgi, y le agradezco las amables palabras con las que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos. Os doy las gracias también por vuestra oración y vuestro canto. Saludo a los obispos delegados de las Conferencias episcopales regionales, a los miembros de la presidencia y del consejo nacional, a los delegados regionales y diocesanos, a los directores de algunas casas de ejercicios espirituales y al grupo de animadores de ejercicios para jóvenes. El tema de vuestra asamblea:  "Para una espiritualidad cristiana auténticamente eucarística", lo habéis tomado de la invitación que dirigí a todos los pastores de la Iglesia en la conclusión de la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (cf. n. 94), en la que se han centrado las diversas relaciones y los grupos de estudio. Esta elección temática manifiesta cuánto os preocupa acoger, con espíritu de fe, el magisterio del Papa, para integrarlo en las iniciativas de estudio y traducirlo correctamente en la práctica pastoral. Por la misma razón, en vuestros trabajos habéis tenido presentes las dos encíclicas Deus caritas est y Spe salvi. Gracias por todo este empeño.

El estatuto de la FIES afirma claramente que tiene como fin "dar a conocer y promover de todos los modos posibles y en el respeto de la normativa canónica los ejercicios espirituales, entendidos como una experiencia fuerte de Dios en un clima de escucha de la palabra de Dios, en orden a una conversión y entrega cada vez más total a Cristo y a la Iglesia" (art. 2). Para ello, "reúne con libre adhesión a cuantos, en Italia, se ocupan de ejercicios espirituales en el contexto de la pastoral de los tiempos del Espíritu" (ib.). Por tanto, vuestra Federación quiere incrementar la espiritualidad como fundamento y alma de toda la pastoral. Ha nacido y crecido atesorando las exhortaciones sobre la necesidad de la oración y sobre el primado de la vida espiritual, dirigidas insistentemente por mis venerados predecesores los siervos de Dios Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. Siguiendo sus pasos, también yo, en la encíclica Deus caritas est, quise "reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y el secularismo de muchos cristianos comprometidos en el servicio caritativo" (n. 37), y en la Spe salvi puse la oración en el primer puesto entre "los lugares de aprendizaje y de ejercicio de la esperanza" (nn. 32-34). En efecto, la insistencia en la necesidad de la oración es siempre actual y urgente.

En Italia, aunque crecen y se difunden providencialmente múltiples iniciativas de espiritualidad, sobre todo entre los jóvenes, parece que disminuye el número de quienes participan en verdaderas tandas de ejercicios espirituales, y esto se verificaría también entre los sacerdotes y los miembros de institutos de vida consagrada. Por tanto, vale la pena recordar que los "ejercicios" son una experiencia del espíritu con características propias y específicas, bien resumidas en una definición vuestra, que me complace citar:  "Una fuerte experiencia de Dios, suscitada por la escucha de su Palabra, comprendida y acogida en la propia vida, bajo la acción del Espíritu Santo, la cual, en un clima de silencio, de oración y con la mediación de un guía espiritual, capacita para el discernimiento en orden a la purificación del corazón, a la conversión de vida y al seguimiento de Cristo, para el cumplimiento de la propia misión en la Iglesia y en el mundo". Junto a otras formas de retiro espiritual, por lo demás loables, es bueno que no falte la participación en los ejercicios espirituales, caracterizados por el clima de silencio completo y profundo que favorece el encuentro personal y comunitario con Dios y la contemplación del rostro de Cristo. Jamás se insistirá suficientemente en esta exigencia, que mis predecesores y yo mismo hemos recordado muchas veces.

En una época en la que la influencia de la secularización es cada vez más fuerte y, por otra parte, se nota una necesidad generalizada de encontrar a Dios, no debe faltar la posibilidad de ofrecer espacios de intensa escucha de su Palabra en el silencio y en la oración. Lugares privilegiados para dicha experiencia espiritual son especialmente las casas de ejercicios espirituales a las que, con este fin, hay que sostener materialmente y dotar de personal adecuado. Animo a los pastores de las diversas comunidades a preocuparse de que no falten en las casas de ejercicios responsables y agentes bien formados, guías, animadores y animadoras disponibles y preparados, dotados de las cualidades doctrinales y espirituales que hagan de ellos verdaderos maestros del espíritu, expertos y apasionados de la palabra de Dios y fieles al magisterio de la Iglesia. Una buena tanda de ejercicios espirituales contribuye a renovar en quien participa la alegría y el gusto por la liturgia, en particular por la celebración digna de las Horas y, sobre todo, de la Eucaristía; ayuda a redescubrir la importancia del sacramento de la Penitencia, meta del camino de conversión y don de reconciliación, así como el valor y el significado de la adoración eucarística. Durante los ejercicios es posible recuperar con fruto también el sentido pleno y auténtico del santo rosario y de la práctica piadosa del vía crucis.

Queridos hermanos y hermanas, os agradezco el valioso servicio que prestáis a la Iglesia y el empeño que ponéis para que la "red" de ejercicios espirituales en Italia sea cada vez más vasta y cualificada. Por mi parte, os aseguro un recuerdo en el Señor a la vez que, invocando la intercesión de María santísima, os imparto a todos vosotros y a vuestros colaboradores la bendición apostólica.

 

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