Al cuerpo de Policía municipal de Roma

Autor: Benedicto XVI

DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL CUERPO DE POLICÍA MUNICIPAL DE ROMA
Sábado 25 de febrero de 2006

Queridos amigos: 

Bienvenidos y gracias por vuestra amable visita. Sé que teníais un gran deseo de encontraros conmigo, y también para mí es un placer acogeros. En mis largos años de estancia en Roma, viviendo cerca del Vaticano, muchas veces os he visto trabajando, solícitos y cordiales, ordenando el tráfico, no siempre fácil de gestionar, especialmente cuando se produce una gran afluencia de peregrinos a la plaza y a la basílica de San Pedro.
Hoy tengo la alegría de recibiros en audiencia especial como Sucesor del apóstol san Pedro, y aprovecho de buen grado la oportunidad para agradeceros el servicio que prestáis. Por tanto, con afecto os dirijo a cada uno mi saludo sincero y cordial, que extiendo a vuestras respectivas familias y a todos vuestros seres queridos. En particular, quisiera saludar al comandante general del Cuerpo de policía municipal, doctor Aldo Zanetti, y al comandante de vuestro Grupo, doctor Rolando Marinelli.
Vuestra actividad diaria exige un compromiso constante, porque es mucha la gente que frecuenta la zona en torno al Vaticano y el tráfico es intenso. En efecto, al movimiento  vinculado  a  la actividad normal del barrio se une el flujo continuo de personas que entran o salen del Vaticano, las colas de visitantes de los Museos vaticanos, la afluencia de grupos que los miércoles llegan de todas las partes para la audiencia general, los peregrinos y romanos que llegan para participar en la plaza de San Pedro en el rezo del Ángelus dominical y en los otros días de fiesta, el ir y venir de devotos y turistas por la plaza y la basílica y, con frecuencia, las visitas oficiales de embajadores y demás autoridades.
Vosotros tratáis de prestar siempre vuestra asistencia a todos; y os lo agradezco, porque estoy seguro de que os esforzáis por hacerlo con profesionalidad y empeño. Mostrasteis vuestra profesionalidad y entrega, de modo particular, durante los memorables y agitados días de la enfermedad, la muerte y el funeral del amado Papa Juan Pablo II, así como con ocasión de mi elección como Sumo Pontífice, en el mes de abril del año pasado. También por esto os estoy sinceramente agradecido.
Queridos amigos, ejercéis una profesión que os pone en contacto con mucha gente, en gran parte dirigida a uno de los lugares más queridos por los católicos de todo el mundo, la tumba del apóstol san Pedro, sobre la que está edificada la basílica de Miguel Ángel. Además, asistís a menudo, aunque de lejos, a encuentros del Papa con los fieles o a celebraciones litúrgicas en la plaza de San Pedro.
Expreso de corazón el deseo de que esto os ayude a crecer espiritualmente y a sentir siempre junto a vosotros la presencia de Cristo. Con su ayuda podréis realizar serenamente vuestra actividad, conscientes de que prestáis un servicio a la comunidad. Que él vele con bondad sobre vosotros y sobre vuestras familias y colme todos vuestros deseos de bien. Invoco su ayuda, por intercesión de María, para que, como madre solícita, os proteja y acompañe constantemente.
Con estos sentimientos, os renuevo mi agradecimiento por vuestra visita, a la vez que os bendigo de corazón a vosotros y a todos vuestros seres queridos.

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