Al Embajador de la República dominicana

Autor: Juan Pablo II

 

DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL SEÑOR EFRAÍN REYES DULUC
NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
 ANTE LA SANTA SEDE

Lunes 2 de febrero de 1987

 

Señor Embajador:

Al recibir las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Dominicana ante la Santa Sede, quiero dar a Vuestra Excelencia mi cordial bienvenida, a la vez que formulo los mejores votos por el feliz desempeño de la misión que hoy inicia.

Deseo también agradecerle los nobles sentimientos manifestados, así corno el deferente saludo que me ha transmitido de parte del Señor Presidente de la República, que representa la sincera adhesión de los amadísimos hijos de su Nación.

Viene Vuestra Excelencia corno representante de un país al que esta Sede Apostólica ha tenido siempre en gran estima y consideración, en consonancia con los sentimientos de un pueblo que, siendo católico en su amplia mayoría, mira con filial devoción hacia la Cátedra de Pedro. A ella se siente unido por vínculos de particular cercanía que toca lo mas íntimo de sus convicciones y vivencias.

Será por ello una satisfacción para el pueblo dominicano saber que usted, sensible a las esencias y aspiraciones del mismo, querrá dedicar los mejores esfuerzos a acrecentar aún más las buenas y armoniosas relaciones que hay entre esa Nación y la Santa Sede, en beneficio ciertamente humano y espiritual de sus conciudadanos.

Vuestra Excelencia ha hecho referencia a la conmemoración, que se está preparando, del V Centenario de la Evangelización del Continente americano, cuya novena de años tuve el gozo de inaugurar precisamente en la ciudad de Santo Domingo.

La Evangelización es ciertamente una tarea constante y una exigencia básica de la dinámica eclesial, como lo ha proclamado ampliamente el Concilio Vaticano II. Así lo recogió el Episcopado latinoamericano en el Documento de Puebla: “La Iglesia ha ido adquiriendo una conciencia cada vez más clara y profunda de que la Evangelización es su misión fundamental y de que no es posible su cumplimiento sin un esfuerzo permanente de conocimiento de la realidad y de aceptación dinámica, atractiva y convincente del Mensaje a los hombres de hoy ” (Puebla, 85).

La reciente Jornada de oración por la paz en Asís, cuyo recuerdo y enseñanza están muy presentes en todos, una vez más ha puesto de manifiesto a la Iglesia católica en el desarrollo del ministerio que el Señor le ha confiado (Mt 28, 19-20). Este ministerio esencial lo va ejerciendo de varios modos: “ Mediante la evangelización, la administración de los Sacramentos y la guía pastoral por parte del Sucesor de Pedro y de los diáconos, de los religiosos y de las religiosas, mediante el esfuerzo y el testimonio de los misioneros y de los catequistas, mediante la oración silenciosa de los contemplativos y el sufrimiento de los enfermos, de los pobres y de los oprimidos, y mediante tantas formas de diálogo y de colaboración de los cristianos para realizar los ideales de las Bienaventuranzas y promover los valores del reino de Dios ” (Discurso a la Curia romana con motivo de las felicitaciones navideñas, 22 de diciembre de 1986).

Para que la ineludible tarea de la Evangelización siga siendo una realidad cada día más efectiva en su país, puedo asegurarle que los Pastores de esa Iglesia local en comunión intima con esta Sede Apostólica, seguirán ofreciendo su colaboración, sus servicios, así como energías espirituales y morales.

Al renovarle mis votos por el cumplimiento de su misión, invoco sobre Vuestra Excelencia y su familia, sobre las autoridades que le han designado y sobre todos los amadísimos hijos de la República Dominicana la constante protección del Todopoderoso.

 

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