Al presidente de Ruanda, 03 de abril del 2007

Autor: Benedicto XVI

 

CARTA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL PRESIDENTE DE RUANDA

A su excelencia el señor
PAUL KAGAME
Presidente de la República de Ruanda

El decimotercer aniversario del comienzo del genocidio en su querido país, Ruanda, que estará marcado, el 7 de abril, por una jornada de luto nacional, coincide con el Sábado santo, según el calendario de la Iglesia católica y de otras confesiones cristianas.

Para los creyentes, ese sábado no es un sábado como los demás, sino que se trata de uno de los días más importantes del calendario litúrgico:  después de la tragedia del Gólgota, donde los paganos crucificaron al Inocente, los creyentes esperan la plena realización de  las palabras de Cristo, que dijo:  "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25).

Ese sábado será también para los ruandeses un día muy importante y diferente de los demás días, puesto que recordarán a los centenares de miles de personas inocentes que hace trece años fueron víctimas de las terribles matanzas del genocidio. Arrastrados por esa marea de odio y de venganza, también muchos religiosos y eclesiásticos perdieron la vida.

La Iglesia conoce los efectos del "misterio de iniquidad" (2 Ts 2, 7), pero también sabe que la muerte no tiene la última palabra, puesto que ha sido vencida por la muerte victoriosa del Hijo de Dios, y que toda persona posee cualidades y energías suficientes para triunfar sobre el mal con el bien, especialmente si están sostenidas por la fuerza de Cristo Redentor.

Como signo de cercanía y de comunión con sus compatriotas, los obispos de Ruanda han decidido aplazar la celebración de algunos sacramentos de la Iglesia —bautismo y matrimonio—, puesto que dicha celebración va acompañada generalmente por fiestas en familia y con amigos, que no son compatibles con el luto nacional.

Yo también deseo unirme al luto nacional y en particular a la oración por todas las víctimas de esa horrible matanza, sin ninguna distinción de credo religioso o de pertenencia étnica y política.
Deseo ardientemente que todos los ruandeses, guiados por las autoridades civiles y religiosas, se comprometan de manera más generosa y eficaz en la reconciliación nacional y en la construcción de un país nuevo, en la verdad y en la justicia, en la unidad fraterna y en la paz.

Las motivaciones religiosas que están en la base del compromiso de los católicos en la vida diaria, familiar y social, y los principios morales que brotan de ellas, constituyen un punto de encuentro entre los cristianos y todos los hombres de buena voluntad (cf. Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 579).

La fe cristiana, que comparte la mayoría del pueblo ruandés, si se la vive con coherencia y plenitud, constituye una ayuda eficaz para superar un pasado de errores y de muerte, cuyo punto culminante fue el genocidio de 1994; al mismo tiempo, esta fe estimula la confianza en la posibilidad ofrecida a todos los ruandeses, reconciliados entre sí, de edificar juntos un futuro mejor, redescubriendo la novedad del amor, la única fuerza que puede conducir a la perfección personal y social, y orientar la historia hacia el bien (cf. ib., n. 580).

Con estos deseos, invoco sobre usted, señor presidente, y sobre todo el pueblo ruandés, la bendición de Dios todopoderoso.

Vaticano, 3 de abril de 2007

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