Regina caeli, 22 abril 2001

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

 REGINA CAELI

Domingo 22 de abril de 2001

    

1. Mientras nos disponemos a concluir esta solemne celebración eucarística, dirigimos nuestra mirada a María santísima, a la que hoy invocamos con el título dulcísimo de "Mater misericordiae". María es "Madre de la misericordia" porque es la madre de Jesús, en el que Dios reveló al mundo su "corazón" rebosante de amor.
La compasión de Dios por el hombre se comunicó al mundo precisamente mediante la maternidad de la Virgen María. Iniciada en Nazaret por obra del Espíritu Santo, la maternidad de María culminó en el misterio pascual, cuando fue asociada íntimamente a la pasión, muerte y resurrección de su Hijo divino. Al pie de la cruz la Virgen se convirtió en madre de los discípulos de Cristo, madre de la Iglesia y de toda la humanidad. "Mater misericordiae".
2. Saludo a los peregrinos de Polonia aquí presentes y a todos los devotos de la Misericordia divina que han participado en esta santa misa a través de la radio y la televisión. De modo particular, me uno espiritualmente al cardenal de Cracovia, a los obispos, a los religiosos y a los numerosos fieles reunidos hoy en el santuario de la Misericordia divina, en Lagiewniki. Durante esta celebración, juntamente con vosotros, he dado gracias a Dios porque, hace casi un año, me concedió la gracia de canonizar a sor Faustina Kowalska, elegida apóstol de Cristo misericordioso, y proclamar el II domingo de Pascua como fiesta de la Misericordia divina para toda la Iglesia.
Rebosantes de alegría nos presentamos hoy ante el Resucitado y le decimos con fe:  "Jesús, en ti confío". Que esta confesión llena de amor infunda en todos fuerza para vivir nuestra vida ordinaria y nos impulse a realizar las obras de misericordia en favor de nuestros hermanos. Que este sea un mensaje de esperanza para todo el nuevo milenio.
3. Y ahora, con el rezo de la antífona Regina caeli, queremos pedirle a María que nos ayude a vivir íntimamente la alegría de la resurrección y cooperar con empeño en el designio universal de la misericordia divina.

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