Regina caeli, beatificaciones 29 abril 2001

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

REGINA CAELI
Domingo 29 de abril de 2001    

1. Antes de concluir esta solemne celebración, que nos ha hecho gustar la alegría de la comunión de los santos, nos dirigimos con devoción filial a la Virgen María, la cual, como ya sucedió en el Cenáculo de Jerusalén, está en el centro de esa comunión. Los nuevos beatos encontraron en ella la guía en la peregrinación de la fe, el signo consolador de segura esperanza y el ejemplo de amor generoso a Dios y a los hermanos. El que sigue los pasos de Cristo por la senda de la santidad experimenta, a lo largo del camino, la cercanía materna de la Virgen.

Ahora que está a punto de comenzar el mes de mayo, invito a todos a prepararse a pasarlo en unión con María, rezando el santo rosario de forma individual o comunitaria. En la escuela de la Virgen multitud de hombres y mujeres se han formado en la santidad a lo largo de los siglos. Nos exhortan a unirnos a su brillante coro para cantar juntos la gloria de la Reina del cielo.

2. Queridas Hermanas de Santa Ana y todos vosotros, peregrinos canadienses, que habéis venido para participar en la beatificación de María Ana Blondin, os saludo cordialmente. Que la figura de la nueva beata ilumine vuestro camino espiritual en pos de Cristo, para que como ella estéis humildemente dispuestos a seguir las  inspiraciones  del  Espíritu Santo.

Al saludar con afecto a las Misioneras Eucarísticas de Nazaret y a todos los demás peregrinos de lengua española que habéis participado en esta solemne ceremonia, deseo recordar cómo para los nuevos beatos era importante recurrir siempre a la intercesión de la Virgen María en su camino hacia Dios. Que su ejemplo os ayude a confiar siempre en ella en todas las circunstancias.

3. Se celebra hoy en Italia la Jornada de la Universidad católica. Al saludar y expresar mis mejores deseos a los profesores y a los estudiantes de ese ateneo, doy las gracias a cuantos contribuyen de diferentes modos a sostener su actividad científica y cultural.

Saludo, por último, a los peregrinos de lengua italiana, y les agradezco su presencia devota. Cantemos ahora juntos el Regina caeli.

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