Regina caeli del domingo 18 de mayo de 1980

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

REGINA CAELI

Domingo 18 de mayo de 1980

1. Deseo ante todo que, en esta oración común en honor de la Reina del cielo y Madre del Resucitado, nos unamos a cada una de las parroquias, de las comunidades del Pueblo de Dios, a cada uno de los puestos de misión del continente africano, que he tenido la alegría de visitar al comienzo de este mes. En el curso de esa peregrinación me he encontrado con numerosas muchedumbres, reunidas en algunos centros. Sólo alguna vez me fue posible llegar hasta la sede de una misión ordinaria. Sin embargo, soy plenamente consciente de que precisamente en esos puestos, en torno a un sacerdote ―a veces ya aborigen, frecuentemente aún misionero― con la ayuda de las religiosas y de los catequistas del lugar se elabora la armazón misma de la fe y de la vida sacramental de la Iglesia en África. Allí los hijos e hijas del continente negro se unen en torno a un maestro y apóstol, en torno al sacerdote de Cristo; el Señor mismo está en medio de ellos.

Hoy, primer domingo después de mi regreso de la peregrinación, deseo unirme de modo particular, en la alegría pascual y en la oración del "Regina coeli", a todas esas comunidades, células vivas de la Iglesia, que se desarrolla en todo el continente africano, al que renuevo, con particular intensidad de sentimiento, mi saludo y mis mejores deseos.

2. A la vez, me dirijo, con la misma plegaria, hacia otra dirección. Me induce a esto el recuerdo de San Juan Nepomuceno, sacerdote y mártir, hijo de la nación checa, al que venera la Iglesia precisamente en estos días de mayo.

Por esto, al conmemorar a este santo, encomiendo a la oración de todos los que estáis reunidos aquí ―y a la de todos los que me escuchan― a nuestros hermanos y hermanas en la fe, que pertenecen a esa nación y viven en ese país. Ciertamente mi origen hace que estén particularmente cercanos a mi corazón; desde los comienzos de la historia ellos han sido el pueblo afín y contiguo al polaco, y mi patria de origen recibió de ellos precisamente el cristianismo, hace mil años.

Pidamos, pues, que los creyentes en Cristo se distingan en la Checoslovaquia moderna por su coherencia al confesar a Cristo y que puedan gozar de plena libertad religiosa en todo el campo de la vida y de la actividad, comprendida también la posibilidad de vivir normalmente la vocación sacerdotal y religiosa, que el Señor no deja de dar a tantos hermanos nuestros en esa tierra. Al hacerlo así, roguemos, al mismo tiempo, además por el bien de la sociedad y del Estado, que depende también del respeto a los derechos de todos los ciudadanos.

Confío esta súplica a la Virgen, que es muy venerada en esa nación mientras renuevo a toda la población checoslovaca, con especial intensidad de sentimientos, la expresión de mi profundo y sincero afecto y los deseos más fervientes por el progreso social y cívico del país.

3. Este domingo se celebra, además, la XIV Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales. Atendida la importancia que los "mass-media" revisten en la vida de la Iglesia para el anuncio del Evangelio al hombre contemporáneo, he dedicado a esta celebración un mensaje especial, que se publicó los días pasados, como sabéis; el tema que se propone este año a la reflexión común es: "Papel de las comunicaciones sociales e incumbencias de la familia". Cada uno ve lo importante y delicado que es el tema. El deseo del Papa es que los cristianos y todos los hombres de buena voluntad se afanen para que, por una parte, los operadores de las comunicaciones sociales se sientan comprometidos a difundir lo que contribuye a reforzar las bases de la institución familiar y a promover el sano proceso formativo de los jóvenes y, por otra, las familias sepan utilizar con discernimiento los varios medios de comunicación en armonía con las exigencias, los deberes y los derechos de cada uno de sus componentes.

Que no falte, a tal fin, por parte de todos, una particular, fervorosa oración.

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