Regina Caeli del domingo 27 de mayo de 1979

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

REGINA CAELI
Domingo 27 de mayo de 1979

Queridísimos hermanos y hermanas:

1. Estamos viviendo el singular período litúrgico que se encuentra entre la Ascensión y Pentecostés. En estos días la Iglesia, lo mismo que el primer núcleo de los discípulos, se halla de modo misterioso "en estado de Cenáculo", permaneciendo perseverantemente en oración "con María, la Madre de Jesús" (Act 1, 14). También este encuentro nuestro de mediodía, por su parte, no es sino un fragmento de ese permanecer unidos juntos en oración.

En el Cenáculo, la Iglesia se prepara para asumir y realizar la misión recibida de Cristo. Por esto es natural que dirijamos nuestro pensamiento ante todo a los que esta tarde recibirán la ordenación episcopal en la basílica de San Pedro. Se trata de 26 prelados, provenientes de los siguientes países: Italia, España, Bulgaria, Nicaragua, Sudán, Etiopía, Estados Unidos de América, Brasil, Noruega, Filipinas, India, Canadá, Chile. Su origen diverso y su destino son un signo de esa misma universalidad de la Iglesia, que ya aparecía clara en Jerusalén el día del primer Pentecostés.

2. En segundo lugar, deseo llamar vuestra atención sobre otro grupo de cristianos, mucho más numeroso, que en este periodo se prepara de modo particular a tomar parte en la misión y en el apostolado de la Iglesia. Pienso en los muchos jóvenes que en los días de Pentecostés se acercarán al sacramento del crisma o confirmación. Sabemos que, tanto en Roma, como en toda la Iglesia, este sacramento lo reciben jóvenes cristianos en diversos momentos del año litúrgico. Sin embargo, el periodo de Pentecostés es particularmente adecuado. En efecto, la venida del Espíritu Santo en la confirmación, con sus dones y frutos propios, tiene como objetivo específico la formación de cristianos maduros y responsables, así como lo fueron finalmente los Apóstoles a la salida del Cenáculo. Como en ellos también la madurez de los confirmados se expresa en el apostolado consciente y activo, como testimonio vigoroso del Señor resucitado y de su Evangelio. Y es aquí donde se funda, en último análisis, el necesario apostolado de los laicos en la Iglesia. Por esto es indispensable una sólida preparación, hecha de oración, reflexión y profundización en la fe. En efecto, la vida cristiana no se improvisa, sino que requiere una auténtica y propia toma de conciencia. Por su parte, el sacramento recibido tiende por naturaleza propia a traducirse en la vida de cada uno; deberá llevar a una fidelidad mayor en la catequesis, a una participación más viva en las prácticas religiosas, a un comportamiento más coherente en la existencia cotidiana. Os invito, pues, a orar intensamente por todos los niños y jóvenes que recibirán el sacramento de la confirmación, para que de veras confirme en profundidad, con fuerza y alegría, sus compromisos bautismales.

3. Debo añadir todavía ―como por lo demás sabéis― que hoy se celebra en toda la Iglesia la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales. Con este motivo ya he dirigido un Mensaje especial que, este año, por coincidir con el "Año Internacional del Niño", tiene como tema, "Las comunicaciones sociales por la tutela y promoción de la infancia en la familia y en la sociedad". El tema es importante y merece ser considerado con atención. Mientras tanto, os invito a todos a elevar al Señor una oración especial a fin de lograr sentido de responsabilidad y acierto para cuantos trabajan en este delicado sector.

4. No puedo menos de recordar en este momento, con profunda aflicción, al joven sómalo Amhed Alí Giama, que, hace sólo unos días, precisamente cerca de la Iglesia de Santa María de la Paz, fue bárbaramente quemado vivo. ¿Cómo pueden suceder hoy episodios de tanta crueldad aquí, en Roma, la patria del derecho, la ciudad de San Pedro? Mientras expreso la más viva deploración mía y vuestra por el gesto inhumano, invito a todos a elevar plegarias al Señor por nuestro hermano, hijo de la querida Africa.

Dirijo ahora un saludo particular a los numerosos millares de adolescentes de la diócesis de Verona, que están en conexión con nosotros en este momento "vía radio", desde la histórica Arena de su hermosa ciudad. Están reunidos allí con su obispo, S.E. mons. Giuseppe Amari, y con sus sacerdotes, para clausurar un año de estudio y reflexión sobre el estimulante tema propuesto por la Conferencia Episcopal italiana, "Evangelización y comunidad"

Queridísimos muchachos y muchachas os expreso mi sincera complacencia por el esfuerzo demostrado en el camino de fe emprendido comunitariamente este año, dedicándoos a profundizar en el mensaje de Cristo y esforzándoos para vivirlo con coherencia. Recordad que la eficacia del anuncio, que lleváis a los demás, depende de la intensidad con que vivís la comunión con Cristo y con los hermanos. Amad, pues, a Jesús, y amad la Iglesia: con sinceridad, con entrega, con alegría. Aquí está el secreto de un testimonio capaz de hacer mella en los corazones

Os acompañe mi bendición.

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