Regina coeli del martes 8 de mayo de 1990

Autor: Juan Pablo II

VIAJE APOSTÓLICO A MÉXICO Y CURAZAO

JUAN PABLO II

REGINA CAELI

Santuario de San Juan de Lagos
Martes 8 de mayo de 1990Fiesta de la Ascensión

1. "¡Reina del cielo, alégrate, aleluya!".

Con esta expresión de gozo la Iglesia se dirige a la Virgen María durante todo el período pascual en el que celebramos la presencia del Señor resucitado y la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés.

¡Alégrate! Lo repetimos a la Virgen Madre, con el eco mismo de las palabras del arcángel Gabriel en la Anunciación, cuando la Virgen de Nazaret recibió el mensaje de haber sido elegido para ser la Madre del Redentor.

"¡Reina del cielo, alégrate, aleluya!".

Toda la Iglesia participa de la alegría de la Virgen María por la resurrección de su Hijo, después de haberla contemplado traspasada de dolor al pie de la cruz y llena de esperanza en la aurora de la Resurrección.

La tradición de la Iglesia asocia el misterio del parto virginal de María al misterio de la resurrección gloriosa de Jesús. Intacta quedó la Virgen Madre en el nacimiento del Hijo de Dios. Intacto quedó el sepulcro al salir de él, resucitado y triunfante, Cristo el Señor.

La resurrección del Hijo es el gozo de la Madre y la alegría de toda la Iglesia.

Sí. Alégrate, Virgen María, porque el Señor al que has merecido llevar en tu seno, ha resucitado según su palabra. Esa palabra que tú conservaste con fe y amor hasta "el tercer día".

2. He querido peregrinar hasta el santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, en esta mi segunda visita pastoral a México, para venerar a la Virgen María que aquí, como en Guadalupe, ha acompañado las primicias de la evangelización en la tierra mexicana. El fervor multitudinario de los peregrinos que acuden a Ella, especialmente desde el Estado de Jalisco, da prueba del afecto filial que todos tienen a la Virgen, venerada aquí en su imagen desde el siglo XVI, y que ha hecho del santuario de San Juan de los Lagos uno de los centros de piedad mariana más importante de toda la nación.

La imagen de nuestra Señora de San Juan de los Lagos tiene el encanto de las cosas sencillas, como sencilla fue la vida de la Virgen de Nazaret. Una imagen hecha de material humilde por los artesanos de estas tierras, pero labrada con el inmenso amor y fruto de luminosa fe; y que, a la vez, posee el misterio de la grandeza misma de la Virgen, en la que Dios hizo maravillas, desde su Inmaculada Concepción hasta su gloriosa Asunción a los cielos.

Estamos ante una imagen que podríamos llamar "resucitada", porque fue rescatada de un período de olvido y restaurada para gozo y consuelo de los hijos de estos lugares. Al mismo tiempo, es como una imagen "resucitadora", pues a su poder milagroso le atribuye la tradición el portento de haber vuelto a la vida una niña humilde.

María, la Madre del Resucitado, es la Madre de la vida En su seno floreció Jesús que es la "vida del mundo", y al calor de su intercesión maternal nacen y crecen los hijos de Dios, desde las aguas bautismales hasta el ingreso en la vida sin ocaso, que es la gloria del cielo.

¡Con cuánto amor cuida la Virgen de la vida de todos sus hijos! La vida natural y la vida sobrenatural están bajo su protección y amparo maternal. Por eso, Ella se preocupa también de acercarnos a las fuentes mismas de la vida, a la gracia de los sacramentos; en definitiva, nos acerca a Jesús resucitado, que ha venido para darnos vida en abundancia y hacernos partícipes de su resurrección gloriosa.

3. "¡Reina del cielo, alégrate, aleluya!".

Con todos los hijos de esta diócesis de San Juan de los Lagos, presididos por su pastor, en este santuario mariano que es también la casa y hogar de esta Iglesia local, te decimos: ¡Alégrate, Virgen María, porque Cristo tu Hijo ha resucitado!

¡Oh Virgen limpia de toda mancha, Madre de la vida! Te pedimos que protejas a todos tus hijos de esa Iglesia de San Juan de los Lagos y de todo México, que con filial devoción imploran tu intercesión ante el Señor resucitado, primicia de nuestra resurrección y esperanza de nuestra gloria futura.

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