Ángelus de la VIII Jornada mundial de la Juventud en Denver

Autor: Juan Pablo II

VIII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

JUAN PABLO II

ÁNGELUSDenver, domingo 15 de agosto de 1993
Solemnidad de la Asunción de María

Invito ahora a todos los que toman parte en esta liturgia conclusiva de la Jornada mundial de la juventud, y a todos los que están en contacto con nosotros por medio de la radio y la televisión, a dirigirse con el espíritu a María, Madre del Redentor, y a unirse en el rezo del Ángelus. Esta plegaria tradicional nos invita a meditar en la peregrinación de fe de María.

Invoquémosla con confianza:

María, tú eres «tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo» (Lumen gentium, 63). Aceptaste libremente la voluntad de Dios que se te reveló en la Anunciación. Llevaste en tu seno la Palabra hecha carne, que habitó entre nosotros como tu Hijo. Lo viste crecer en «sabiduría, en estatura y en gracia» (Lc 2, 52) en la casa de Nazaret. Tu camino como discípula suya te condujo al pie de la cruz, donde Jesús te hizo Madre de todos sus seguidores (cf. Jn 19, 27).

María, tú eres la Madre del Señor de la vida, la que estaba bajo el árbol de la vida. Al pie de la cruz te convertiste en nuestra madre espiritual y, desde el cielo, continúas intercediendo por nosotros, que todavía estamos caminando hacia la casa del Padre (cf. Lumen gentium, 62).

María, Madre de la Iglesia, en unión contigo damos gracias a la santísima Trinidad por todo lo que esta Jornada mundial de la juventud ha realizado en la vida de los jóvenes que han seguido a cruz del Año Santo hasta Denver.

María, Virgen inmaculada, ruega por estos jóvenes para que «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). Acompáñalos ahora que van a ser heraldos de esa vida divina, la única que puede saciar el hambre del corazón humano. Que vean, como tú, en la cruz de Cristo la llamada del amor divino que transforma la muerte en vida, la desesperanza en esperanza y la tristeza en alegría interminable.

Madre santísima, ayuda a todos los jóvenes que están esforzándose por dar un sí definitivo y responsable a la llamada del Señor al sacerdocio, a la vida religiosa, o a una consagración especial en la Iglesia. Obtenles la valentía y la esperanza que necesitan para superar todos los obstáculos y seguir de cerca los pasos de tu Hijo divino.

Te pedimos que veles sobre todos los que nos hallamos reunidos aquí, mientras continuamos nuestra peregrinación hacia la verdadera fuente de la vida. Porque esta peregrinación debe continuar. Debe continuar en nuestra vida. Debe continuar en la vida de la Iglesia, ahora que se acerca al tercer milenio cristiano. Debe continuar como un nuevo Adviento, tiempo de esperanza y espera, hasta el regreso del Señor en la gloria. Nuestra celebración de esta Jornada mundial de la juventud ha sido una parada en el camino, un momento de oración y recuperación de fuerzas, pero nuestro viaje debe proseguir.

Deseo anunciar hoy la próxima Jornada mundial de la juventud tendrá lugar a comienzos de 1995 en Manila, Filipinas. De este modo, nuestra peregrinación nos llevará al vasto y vital continente asiático. La cruz del Año Santo nos conducirá a un encuentro con el fiel y generoso pueblo filipino.

María del nuevo Adviento, imploramos tu protección sobre los preparativos para ese próximo encuentro, que comenzarán ya desde ahora.

María, llena de gracia, te encomendamos la próxima Jornada mundial de la juventud.

María, elevada al cielo, te encomendamos a los jóvenes de todo el mundo.

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