Ángelus del 17 de julio, Les Combes

Autor: Benedicto XVI

 

BENEDICTO XVI

ÁNGELUS
Les Combes (Valle de Aosta)
Domingo 17 de julio de 2005

Queridos hermanos y hermanas: 
Desde hace algunos días me encuentro aquí, entre las estupendas montañas del Valle de Aosta, donde sigue vivo el recuerdo de mi amado predecesor Juan Pablo II, que durante varios años pasó aquí breves períodos de descanso relajantes y tonificantes. Esta pausa estiva es un don de Dios realmente providencial, después de los primeros meses del exigente servicio pastoral que la Providencia divina me ha encomendado. Doy las gracias de corazón al obispo de Aosta, el querido monseñor Giuseppe Anfossi, y también al arzobispo metropolitano de Turín, el querido cardenal Poletto, así como a cuantos la han hecho posible y a quienes con discreción y generosa abnegación velan para que todo se desarrolle con serenidad. Asimismo, expreso mi agradecimiento a la población local y a los turistas por su cordial acogida.
En el mundo en que vivimos, es casi una necesidad fortalecer el cuerpo y el espíritu, especialmente para quien vive en la ciudad, donde las condiciones de vida, a menudo frenéticas, dejan poco espacio al silencio, a la reflexión y al contacto relajante con la naturaleza. Además, en las vacaciones se puede dedicar más tiempo a la oración, a la lectura y a la meditación sobre el sentido profundo de la vida, en el ambiente sereno de la propia familia y de los seres queridos. El tiempo de vacaciones ofrece oportunidades únicas para contemplar el sugestivo espectáculo de la naturaleza, "libro" maravilloso al alcance de todos, grandes y chicos. En contacto con la naturaleza, la persona recobra su justa dimensión, se redescubre criatura, pequeña pero al mismo tiempo única, "capaz de Dios" porque interiormente está abierta al Infinito. Impulsada por la pregunta sobre el sentido que la apremia en el corazón, percibe en el mundo circundante la huella de la bondad, de la belleza y de la divina Providencia, y de una forma casi natural se abre a la alabanza y a la oración.
Rezando juntos el Ángelus desde esta amena localidad alpina, pidamos a la Virgen María que nos enseñe el secreto del silencio que se hace alabanza, del recogimiento que dispone a la meditación, y del amor a la naturaleza que se transforma en acción de gracias a Dios. Así podremos acoger más fácilmente en el corazón la luz de la Verdad y practicarla con libertad y amor.

Después del Ángelus

(En italiano)  Deseo añadir aún algunas palabras de agradecimiento y saludo. Ante todo, pienso en la Iglesia particular en la que me encuentro, la antigua diócesis de Aosta:  en estos días oro a menudo por su obispo, al que doy las gracias de nuevo, por los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, y por las familias. A toda la comunidad del Valle de Aosta le aseguro mi recuerdo ante el Señor, especialmente por los enfermos y por los que sufren.
Saludo con gratitud a los sacerdotes salesianos, que me acogen en su casa, a las autoridades del Estado y de la región, y a la administración municipal de Introd.
Dirijo un saludo especial a las religiosas de la Congregación de San José de Aosta, Pinerolo y Cúneo; les expreso mi aprecio por la misión que cumplen y les aseguro mi oración por el desarrollo de los trabajos capitulares.
Están presentes hoy los obreros y los oficiales de la TECDIS y de otras industrias del Valle de Aosta. Conozco vuestras dificultades actuales:  teméis que falten las condiciones de trabajo que hacen posible la formación y la continuidad de las familias. Queridos hermanos, a la vez que os expreso mi solidaridad, deseo que todas las instancias responsables se comprometan seriamente en la búsqueda de una solución satisfactoria a los problemas actuales.
(En castellano)  Saludo también a los fieles de lengua española que se han unido al rezo del Ángelus, también a través de la radio y la televisión. Invito a todos a cultivar sentimientos de reconciliación, para ser artífices de la paz. ¡Feliz domingo!

(En italiano)  Me dirijo ahora con especial amor a los enfermos. Me gustaría daros la mano a cada uno, pero, por desgracia, estáis muy esparcidos. Tened la seguridad de que os abrazo en mi corazón y en mis oraciones. El Señor siempre os tiene presentes y siempre os abraza con su amor.
Me dirijo ahora a todos vosotros, y de modo particular a vosotros, los jóvenes, que habéis venido para participar en mi primer Ángelus en la montaña. Espiritualmente estamos ya en camino hacia Colonia. Nos vemos en Colonia. Deseo a todos un feliz domingo y un provechoso tiempo de vacaciones.

© Copyright 2005 - Libreria Editrice Vaticana