Ángelus del 22 de octubre de 1978
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 22 de octubre de 1978
Queridos hermanos y hermanas:
Deseo reanudar la magnífica costumbre de mis predecesores y recitar con vosotros, queridos hermanos y hermanas, el Angelus Domini.
Acaba de terminar la solemne Misa de inauguración de mi ministerio de Sucesor de Pedro. Para vivir intensamente este momento histórico, hemos tenido que hacer en común la profesión de fe que recitamos todos los días en el Credo de los Apóstoles: "Creo en la Santa Iglesia católica", y en el Credo Niceno-Constantinopolitano: "Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica".
Todos juntos hemos tomado conciencia de esta maravillosa verdad sobre la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha explicado en dos documentos: la Constitución Dogmática Lumen gentium y la Constitución Pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo.
Ahora debemos profundizar todavía más. Debemos colocarnos en aquel momento de la historia del mundo: cuando el Verbo se hizo carne. Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre. La historia de la salvación llega a su culmen, y al mismo tiempo comienza en su forma definitiva, cuando la Virgen de Nazaret acepta el anuncio del Ángel y pronuncia las Palabras: "Fiat mihi secundum verbum tuum: Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).
Se puede decir que en aquel momento fue concebida la Iglesia. Volvemos así al comienzo del misterio. Y en él abrazamos una vez más todo el contenido de la solemnidad de hoy. En él abrazamos todo el pasado de la cristiandad y de la Iglesia, la cual aquí, en Roma, ha encontrado su centro. En él tratamos de abrazar todo el futuro del pontificado, del Pueblo de Dios y de toda la familia humana, porque la familia tiene su comienzo en la voluntad del Padre, pero siempre es concebida con el corazón de la Madre. Con esta fe y esta esperanza, recemos.
IOANNES PAULUS II
Tomado del sitio de web del vaticano: www.vatican.va