Ángelus del domingo 1 de febrero de 1981

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 1 de febrero de 1981

1. "Fiat mihi secundum verbum tuum...".

Estas palabras de María pronunciadas por Ella en la Anunciación y que nosotros repetimos con los labios y meditamos con el corazón en nuestra plegaria revisten particular elocuencia a la luz de la fiesta de mañana, la fiesta de la Presentación del Señor en el templo. Cuarenta días después de Navidad, la liturgia revive cada año el recuerdo de este acontecimiento que tuvo lugar a los cuarenta días del nacimiento de Jesús en Belén.

Y leemos en San Lucas:

"Así que se cumplieron los días de la purificación, conforme a la ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, según está escrito en la ley del Señor que 'todo varón primogénito sea consagrado al Señor', y para ofrecer en sacrificio, según lo prescrito en la ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones" (Lc 2, 22-24).

Y precisamente en esta ocasión de la bendición-presentación oyó María las palabras proféticas de boca de Simeón:

"Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 34-35).

Meditemos en nuestra oración la respuesta que dio María en la Anunciación, "fiat mihi secundum verbum tuum", leamos con el pensamiento y el corazón la respuesta a las palabras de Simeón. Estas ponen un acento particular en lo que será la participación de la Madre en el Sacrificio del Hijo, Redentor del mundo: "Una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones".

2. A tomar parte en la liturgia de mañana en la basílica de San Pedro están invitados todos, pero particularmente los representantes de las familias religiosas masculinas y femeninas, los hermanos y hermanas de las congregaciones que están en Roma y que representan a la gran muchedumbre de religiosos y religiosas que dan un testimonio particular del ministerio del ofrecimiento de Cristo en todo el mundo.

Que todos renueven con la Madre-Virgen el "fiat" de su profesión religiosa con toda la autenticidad de esta gran vocación, que es la suya dentro de la Iglesia de Jesucristo. Pues con la entrega total de sí mismos deben completar de modo particular el sacrificio de la redención de Cristo, para que el reino de la gloria del Dios vivo se haga cada vez más presente en este mundo. Y que el Señor y la Virgen les concedan mucha fuerza para dar testimonio evangélico constante y fecundo en unión armónica de contemplación y acción.

3. Se celebra hoy en Italia, por iniciativa de la Conferencia Episcopal, una jornada de sensibilización hacia el valor de la vida humana, de toda vida humana. Me uno con gusto a esta intención elevando mi plegaria al Señor por la defensa de la vida humana ya desde la concepción. Y una vez más quiero recalcar que debemos prestar el mayor respeto y ayuda al hombre viviente en todas las etapas y formas de su existencia. El Señor, a quien la Biblia llama "amante de la vida" (Sab 11, 26), nos conceda a todos su mismo amor sin límites al hombre.

4. Desde hace unos días es motivo de seria preocupación la tensión surgida en las fronteras de dos países latinoamericanos, Ecuador y Perú, con amenaza de desenlaces más graves. Anteayer me sentí en el deber de hacer una llamada a las autoridades supremas de los dos países, deseando un arreglo equitativo de la controversia, con medios únicamente pacíficos, para bien de la paz y tranquilidad de los dos pueblos que están unidos por tantos vínculos comunes de fe cristiana y de civilización.

Roguemos de corazón a María Santísima, Reina de la Paz, para que implore la realización rápida de este deseo y consiga que en el gran continente latinoamericano ―donde me estoy afanando por una solución feliz de la disputa entre Argentina y Chile― se encuentren siempre los caminos más idóneos, inspirados en la justicia y la equidad y, por ello, honrosos para las partes interesadas, para resolver toda tensión o controversia.

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