Ángelus del domingo 1 de marzo de 1987

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 1 de marzo de 1987

1. De nuevo la pregunta: ¿Quiénes son los laicos? Y ésta es también la respuesta que ofrece el Concilio: "Con el término laicos se designan aquí todos los fieles cristianos... que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios... ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde" (Lumen gentium, 31).

Incorporados a Cristo por el bautismo: aquí está la realidad misteriosa de todo fiel; aquí se halla la raíz de la nueva vida, absolutamente original y gratuita, que el cristiano está llamado a desarrollar y testimoniar. San Pablo expresa vigorosamente y con rigurosa consecuencia este fenómeno sobrenatural, que pone en la raíz de la personalidad un nuevo germen vital, destinado a transfigurar toda la existencia mediante el dinamismo de la gracia y de la libertad: "Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo" (Gál 3, 27).

2. Al profundizar esta realidad sublime, que habilita a todo laico a ser sal de la tierra y luz del mundo, el Concilio, acogiendo los datos de una tradición teológica ampliamente consolidada, ha subrayado que el cristiano participa en la triple función de Cristo: función sacerdotal, profética, real.

Los laicos participan en la función sacerdotal, por la que Jesús se ofreció a Sí mismo en la cruz y se ofrece continuamente en las celebraciones eucarísticas, uniéndose a Él mediante el ofrecimiento de sí mismos y de su actividad. Las oraciones, las buenas obras, el trabajo cotidiano, los sufrimientos, la vida familiar, el descanso espiritual y corporal, si se han realizado en el Espíritu, se convierten en sacrificios agradables a Dios por Jesucristo. En cuanto partícipes de la función sacerdotal de Cristo, los laicos son llamados específicamente a consagrar el mundo a Dios, "como adoradores que en todo lugar actúan santamente" (Lumen gentium, 34).

La participación en la función profética de Cristo hace especialmente idóneos para realizar "una actividad muy valiosa en orden a la evangelización del mundo" (Lumen gentium, 35) por medio de la palabra, el testimonio, el apostolado, la siembra de esa sabiduría y de esa esperanza que anhela la humanidad, muchas veces sin saberlo. El Concilio subraya que los laicos desarrollan su papel profético principalmente en la vida matrimonial y familiar, por el hecho de que los esposos son ellos mismos los ministros del matrimonio (cf. Lumen gentium, ib.).

Jesucristo es Rey sobre todo porque, hecho obediente hasta la muerte de cruz, fue exaltado por el Padre y constituido Señor de todo el universo. Pues bien, los fieles laicos participan en su misión real, bien a través de la mortificación para vencer en sí mismos el reino del pecado, bien trabajando para hacer que prevalezca el reino de la verdad, de la justicia y de la paz, difundiendo por doquier el espíritu del Evangelio. Ellos, conociendo de cerca en valor de la creación, llevan de nuevo todas las cosas a su verdadera finalidad también por medio de las actividades propiamente seculares, de suerte del mundo alcance "su fin en la justicia, la caridad y la paz" (Lumen gentium, 36).

3. La vocación y la misión de los laicos encuentran en el vínculo con la función de Cristo el secreto para su constante madurez. Cristo es manantial inagotable de fuerza y de luz.

Para fortalecer en todos los hijos y en todas las hijas de la Iglesia esta certeza, pidamos la intercesión de María con las invocaciones del "Ángelus".

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