Ángelus del domingo 10 de agosto de 1980

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 10 de agosto de 1980

"La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve" (Heb 11, 1).

1. Con estas palabras nos habla el autor de la Carta a los Hebreos, en la segunda lectura de la Misa de hoy. La fe, que hace pasar al hombre del mundo de las cosas visibles a la realidad invisible de Dios ya la vida eterna, asemeja a aquel camino al que fue llamado por Dios Abraham (calificado por eso como "padre de todos los creyentes", cf. Rom 4, 11; 4, 12). A continuación leemos en la Carta a los Hebreos: "Por la fe obedeció Abraham a la llamada, y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber a dónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida..." (Heb 11, 8-9). Sí; así es. La fe es el peregrinaje espiritual en que el hombre se encamina, siguiendo la Palabra de Dios viviente, para llegar a la tierra de la paz prometida y de la felicidad, a la unión con Dios "cara a cara", a esa unión que llenará, en el corazón humano, el hambre y la sed más profundas: el hambre de la verdad y la sed del amor.

Por eso, como escuchamos seguidamente en la liturgia de este domingo, la actitud de espíritu, que debe tener el creyente, es la actitud de vigilancia: "Estad preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre" (Lc 12, 40). Una vigilancia así es también la expresión de la aspiración espiritual hacia Dios mediante la fe.

2. Cuando escuchamos esas palabras y meditamos sobre ellas, nuestros pensamientos vuelven, también este domingo, al acontecimiento que tuvo lugar en esta casa, en Castelgandolfo, hace dos años. Aquí murió el Papa Pablo VI. Precisamente en estos días de agosto, en la fiesta de la Transfiguración del Señor. Toda la vida de este "Siervo de los siervos de Dios" fue un peregrinaje, una aspiración, en la fe, a lo que es infinito e invisible: a Dios, que es invisible y que se reveló a nosotros en Jesucristo, su Hijo. Fue una aspiración a la eternidad. Pablo VI siguió la llamada de Cristo; anduvo por el camino de la fe, que le indicó Él y sobre ese camino guió a los demás, primero como sacerdote, después como arzobispo de Milán y, por último, como Papa sobre la Sede romana de San Pedro. Y en esa aspiración espiritual vigiló con la vigilancia de un siervo fiel. Toda su vida dio testimonio de esa aspiración y de esa vigilancia, para sí mismo y para los demás.

3. Encomiendo a Dios el alma del gran Papa; aprendamos de él ese peregrinaje, ese andar más allá del horizonte de las cosas visibles hacia la realidad invisible de Dios, para abrazar, con nuestro corazón humano, "las grandes obras de Dios" (Act 2, 11). Aprendamos la fe sencilla, incluso como de niños y, al mismo tiempo, consciente, madura y comprobada. La fe que ésta nuestra época exige de nosotros los cristianos. La fe manifiesta y valiente. La fe llena de esperanza. La fe que produce las buenas obras: "la fe viva mediante la caridad"(cf. Gál 5, 6). Aprendamos constantemente una fe semejante. Y roguemos frecuentemente a Cristo para obtenerla: Señor, "aumenta nuestra fe" (Lc 17, 5); creemos, ayuda nuestra incredulidad (cf. Mc 9, 24).

El encuentro de hoy con los fieles tan numerosos, representantes de la Iglesia universal, me ofrece la agradable ocasión de anunciaros personalmente que tengo intención de hacer, Dios mediante, el próximo noviembre, una visita pastoral de 5 días a la República Federal de Alemania, con ocasión del séptimo centenario de la muerte de San Alberto Magno, cuyos restos mortales se encuentran en Colonia. Mi viaje durará del 15 al 19 de noviembre y comprenderá las siguientes ciudades: Colonia, Bonn, Osnabrück, Maguncia, Fulda, el santuario mariano de Altötting y Munich.

Contento con poder corresponder así a las invitaciones de la Conferencia Episcopal y de las máximas autoridades civiles de ese noble país, deseo rendir honores con mi peregrinación apostólica, aun pudiendo sólo visitar algunos lugares importantes, a toda la gran nación alemana, tan estrechamente ligada con la historia de la Iglesia y profundamente radicada en la tradición cristiana. Deseo de modo especial confirmar a los hermanos y hermanas en la fe y, con ánimo de reconocimiento, estimular a los Pastores y fieles alemanes en su compromiso pastoral según el espíritu del Concilio Vaticano II, dentro de sus comunidades y en su generosa solidaridad y asistencia en favor de las iglesias necesitadas de todo el mundo.

Invito a toda la Iglesia a participar con la plegaria en esta nueva peregrinación.

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