Ángelus del domingo 12 de diciembre de 1982

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUSDomingo 12 de diciembre de 1982

1. En la Carta a los Filipenses que leemos en la liturgia de hoy, San Pablo nos dirige una invitación urgente: "...en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios" (Flp 4, 6).

Durante el Adviento, queremos "presentar a Dios en la oración" el problema de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

Precisamente hoy quiero hacerlo en la oración del Ángelus.

Y puesto que el Apóstol recomienda unir súplicas y acción de gracias, agradezco, ante todo, las vocaciones que la Iglesia ha recibido de Dios en este año.

Toda vocación es un don precioso en el que el Señor se acerca y sale al encuentro de toda la comunidad del Pueblo de Dios. Es, pues, como un signo particular de Adviento. Por esto, durante este período litúrgico, damos gracias y, a la vez, pedimos por ellas.

Y sobre todo nos alegramos con cada vocación, que el Señor envía a su Iglesia, con esa alegría a la que nos invita la liturgia de este domingo: "Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres" (Flp 4, 4).

2. Esta alegría del domingo "Gaudete" quiero confirmarla hoy y, al mismo tiempo, anunciársela a mis hermanos en el Episcopado de Hungría, agradeciéndoles la visita ad Limina que han hecho este año. Ha sido para mí una gran alegría encontrarme con los Pastores de esas Iglesias locales, ricas de una milenaria historia cristiana, que desde los orígenes de su era nacional con los Reyes San Esteban y San Ladislao, y con el santo obispo mártir Gerardo, dieron inmediatamente testimonio de indefectible adhesión a la Cátedra de Pedro.

La Iglesia en Hungría, como en varios otros países del mundo Occidental y Oriental, se halla frente a un profundo cambio social, acompañado de fenómenos de secularización y de indiferencia religiosa.

Problemas prioritarios de la pastoral son: la catequesis, especialmente de la juventud; la familia, que se encuentra en crisis espiritual; las vocaciones eclesiásticas, que no son suficientes; las comunidades religiosas masculinas y femeninas, tan beneméritas durante los siglos en la cultura y progreso de la nación húngara. Por todo ello rezamos hoy con gran esperanza, para que se introduzca en el contexto de la vida religiosa de nuestros hermanos cristianos en Hungría.

Quiero recordar la profunda devoción del pueblo húngaro a la Virgen, venerada como la "Magna Domina Hungarorum": en las grutas de a basílica de San Pedro en el Vaticano se erigió una hermosa capilla a la Virgen y yo mismo tuve la alegría de bendecirla y celebrar allí la Misa el 8 de octubre de 1980.

En este tiempo de Adviento, cuando nos sentimos especialmente cercanos a María que espera el nacimiento del Hijo de Dios hecho Hombre, recordémosle la comunidad católica húngara.

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