Ángelus del domingo 19 de septiembre de 1982

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUSDomingo 19 de septiembre de 1982

1. "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9, 35). El Señor Jesús dijo estas palabras a los Apóstoles. Nos lo recuerda la liturgia de este domingo.

Reunidos aquí para rezar el "Ángelus", teniendo en la mente esta frase dirijamos una especial atención a las palabras de María: "Heaquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).

La sierva del Señor.

De este modo se llamó a Sí misma la Virgen de Nazaret en el momento de la Anunciación.

He aquí que por obra del Espíritu Santo se convirtió en la Madre de Dios-Hijo. Fue ésta la elevación suprema que podía conseguir el hombre.

Y, precisamente ante esta elevación, María se llama a Sí misma la Sierva: Sierva del Señor.

¡Cuán profundamente incide su servicio en el misterio mismo de la elevación mediante la Maternidad Divina!

¡Cuán fiel es, desde el principio la Madre al Hijo que dirá un día a los Apóstoles: "Quien quiera ser el primero, que sea... el servidor de todos"!

2. Queridos hermanos y hermanas, habitantes de Castelgandolfo y peregrinos de los domingos: He aquí que en el curso de los últimos dos meses hemos meditado, durante una serie de domingos, el misterio de la Encarnación y las palabras de la "Esclava del Señor", al reunirnos aquí Para la oración del "Ángelus".

Quiero daros las gracias por esto a todos vosotros.

El pueblo cristiano ha apreciado, durante generaciones, la oración del "Ángelus", a la que nos invitan las campanas de las iglesias todos los días, por la mañana, a mediodía y al atardecer.

Mediante esta oración la Madre de Dios está particularmente en medio de nosotros de manera espiritual. Acepta el anuncio de Gabriel y responde a él con la Palabra de la fe más profunda: ¡"Dichosa la que ha creído"! (Lc 1, 45).

En esta plegaria excepcional María está presente como la Sierva del Señor: elegido al servicio supremo de la salvación. Efectivamente, la salvación, según el designio eterno del Amor dehesa realizarse mediante la Encarnación del Hijo.

La Sierva del Señor, a la que nosotros nos dirigimos en la oración del "Angelus", desea servir constantemente a todos. Y sirve, acercando los frutos de la salvación eterna a todos los corazones.

Le damos gracias por esto. Se lo agradecemos continuamente.

3. Al encontrarnos, con ocasión del "Ángelus" en esta comunidad "plurilingüe" de los domingos, anunciamos las grandes obras de Dios. Anunciamos el Evangelio.

Efectivamente, el Evangelio se anuncia de modo particular con la palabra de la oración.

Dios nos ha llamado con su Evangelio, "para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo"; son palabras de la segunda Carta a los Tesalonicenses (2, 14).

Que estas palabras se cumplan en todos los que, de cualquier modo, anuncian el Evangelio, mediante la oración del "Ángelus".

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