Ángelus del domingo 21 de junio de 1987

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 21 de junio de 1987

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con gran júbilo hemos inaugurado el Año Mariano en la solemnidad de Pentecostés, como preparación al tercer milenio cristiano. La víspera, el rezo del Rosario vio conectados algunos de los principales santuarios marianos de la tierra.

Los santuarios marianos de todas las diócesis serán sin duda meta privilegiada de peregrinaciones de los fieles, en este año dedicado a honrar de modo especial a la Madre de Dios.

Los santuarios marianos son lugares que testifican la especial presencia de María en la vida de la Iglesia. Ellos forman parte del patrimonio espiritual y cultural de un pueblo y poseen una gran fuerza atractiva e irradiante. Como he destacado en la Encíclica Redemptoris Mater, en ellos "no sólo los individuos o grupos locales, sino a veces naciones enteras y continentes, buscan el encuentro con la Madre del Señor, con la que es Bienaventurada porque ha creído" (n. 28). Por eso he añadido que tal vez se podría hablar de una "específica 'geografía' de la fe y de la piedad mariana, que abarca todos estos lugares de especial peregrinación del Pueblo de Dios, el cual busca el encuentro con la Madre de Dios para hallar, en el ámbito de la materna presencia de 'la que ha creído', la consolidación de la propia fe" (ib.).

2. Los santuarios marianos son como la casa de la Madre, lugares para detenerse y descansar en el largo camino que lleva a Cristo; son hogares, donde, mediante la fe sencilla y humilde de los "pobres de espíritu" (cf. Mt 5, 3), se vuelve a tomar contacto con las grandes riquezas que Cristo ha confiado y dado a la Iglesia, especialmente los sacramentos, la gracia, la misericordia, la caridad para con los hermanos que sufren y los enfermos.

Los santuarios marianos son auténticos Cenáculos, donde todas las categorías de fieles tienen la gozosa posibilidad de sumergirse en la oración intensa junto con María, la Madre de Jesús (cf. Act 1, 14), no sólo mediante la plegaria litúrgica, sino también mediante esas sanas formas de piedad popular, las cuales no pocas veces manifiestan el genio religioso de todo un pueblo, llegando en ocasiones a una impresionante agudeza teológica, junto a una extraordinaria inspiración poética.

En el momento del rezo del Ángelus de diversos domingos del Año Mariano, pienso dedicar unas palabras a algunos santuarios marianos, reflexionando sobre su historia y sobre el mensaje espiritual que los fieles tratan de captar en la experiencia de su peregrinación, para vivirlo y realizarlo en la realidad cotidiana.

La Virgen nos asista con su protección.

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