Ángelus del domingo 27 de junio de 1982
JUAN PABLO II
ÁNGELUSDomingo 27 de junio de 1982
1. Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, ten piedad de nosotros.
Así rezamos en las letanías al Sacratísimo Corazón de Jesús.
Esta invocación se refiere directamente al misterio que meditamos, al rezar el Angelus Domini: por obra del Espíritu Santo fue formada en el seno de la Virgen de Nazaret la Humanidad de Cristo, Hijo del Eterno Padre.
¡Por obra del Espíritu Santo fue formado en esta Humanidad el Corazón! El Corazón, que es el órgano central del organismo humano de Cristo y, a la vez, el verdadero símbolo de su vida interior: del pensamiento, de la voluntad, de los sentimientos. Mediante este Corazón la Humanidad de Cristo es, de modo particular, "el templo de Dios" y, al mismo tiempo, mediante este Corazón, está incesantemente abierto al hombre y a todo lo que es "humano". "Corazón de Jesús de cuya plenitud todos hemos recibido".
2. El mes de junio está dedicado, de modo especial, a la veneración del Corazón divino. No sólo un día, la fiesta litúrgica que, de ordinario, cae en junio, sino todos los días. Con esto se vincula la devota práctica de rezar o cantar cotidianamente las letanías al Sacratísimo Corazón de Jesús.
Es la oración maravillosa, integralmente centrada en el misterio interior de Cristo: Dios-Hombre. Las letanías del Corazón de Jesús se inspiran abundantemente en las fuentes bíblicas y, al mismo tiempo, reflejan las experiencias más profundas de los corazones humanos. Son, a la vez, oración de veneración y de dialogo auténtico.
Hablamos en ellas del corazón y, al mismo tiempo, dejamos a los corazones hablar con este único Corazón, que es "fuente de vida y de santidad" y "deseo de los collados eternos". Con el Corazón que es "paciente y lleno de misericordia" y "generoso para todos los que le invocan".
Esta oración, rezada y meditada, se convierte en una verdadera escuela del hombre interior: la escuela del cristiano.
3. La solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús nos recuerda, sobre todo, los momentos en que este Corazón fue "traspasado por la lanza" y, mediante esto, abierto de manera "visible" al hombre y al mundo.
Al rezar las letanías ―y en general al venerar al Corazón Divino― conocemos el misterio de la redención en toda su divina y, a la vez, humana profundidad.
Simultáneamente, nos hacemos sensibles a la necesidad de reparación. Cristo nos abre su Corazón para que nos unamos con Él en su reparación por la salvación del mundo. Hablar del Corazón traspasado es decir toda la verdad de su Evangelio y de la Pascua.
Tratemos de captar cada vez mejor este lenguaje. Aprendámoslo.
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