Ángelus del domingo 30 de octubre de 1983

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 30 de octubre de 1983

En este último domingo del mes de octubre, reflexionamos aún sobre el Rosario.

Con los misterios dolorosos contemplamos en Cristo todos los dolores del hombre: en Él, angustiado, traicionado, abandonado, capturado, aprisionado; en Él, injustamente procesado y sometido a la flagelación; en Él, mal entendido y escarnecido en su misión; en Él, condenado con la complicidad del poder político; en Él, conducido públicamente al suplicio y expuesto a la muerte más infamante: en Él, Varón de dolores profetizado por Isaías, queda resumido y santificado todo dolor humano.

Siervo del Padre, Primogénito entre muchos hermanos, Cabeza de la humanidad, transforma el padecimiento humano en oblación agradable a Dios, en sacrificio que redime. Él es el Cordero que quita el pecado del mundo, el Testigo fiel, que capitula en sí y hace meritorio todo martirio.

En el camino doloroso y en el Gólgota está la Madre, la primera Mártir. Y nosotros, con el corazón de la Madre, a la cual desde la cruz entregó en testamento a cada uno de los discípulos y a cada uno de los hombres, contemplamos conmovidos los padecimientos de Cristo, aprendiendo de Él la obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz; aprendiendo de Ella a acoger a cada hombre como hermano, para estar con Ella junto a las innumerables cruces en las que el Señor de la gloria todavía está injustamente enclavado, no en su Cuerpo glorioso, sino en los miembros dolientes de su Cuerpo místico.

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