Al final de la misa para las familias en la explanada de Flamengo

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

Al final de la misa para las familias en la explanada de Flamengo

5 de octubre de 1997

   

Amadísimos hermanos y hermanas:

Saludo con mucho afecto a las familias aquí presentes, y a las de todo Brasil que me escuchan por radio o televisión. El Encuentro de hoy infunde esperanza con respecto al futuro de la familia cristiana. Sois protagonistas del destino de vuestro país. ¡Que Dios os bendiga y os acompañe!

Saludo también a las familias de lengua española aquí presentes y a las que desde España y Latinoamérica se unen espiritualmente a esta celebración. Que la Virgen María os ayude a mantener viva en cada hogar la llama de la fe, el amor y la concordia, para ser así luz y esperanza de la humanidad. Sed fieles a la vocación a la que habéis sido llamados por Dios. A todos os bendigo con afecto.

Saludo cordialmente a todas las familias de lengua inglesa que han vendido aquí del mundo entero. La familia sigue siendo la preocupación primera y más importante de la vida y del ministerio de la Iglesia. Como va la familia, así van la Iglesia y toda la sociedad humana. Ojalá que este Encuentro mundial de las familias lleve a una nueva conciencia del valor de la familia a los ojos de Dios, y haga que las familias católicas sean cada vez más agradecidas y conscientes de su papel de «iglesia doméstica». Sólo cuando los padres oran con sus hijos pueden realmente transmitir las verdades y los valores de la fe. Que la Sagrada Familia de Nazaret sea vuestro modelo y vuestra guía. ¡Que Dios os bendiga a todos!

Saludo de corazón a las familias polacas, tanto a las de la patria como a las del extranjero. Saludo en particular a las familias polacas que viven en Brasil. Oro incesantemente a Dios para que se pueda realizar en Cristo la santificación de las familias. Hoy, junto con vosotros, me presento ante Dios Padre con esta ferviente oración para que él bendiga lo que ha realizado en vosotros mediante el sacramento del matrimonio. En efecto, en Dios mismo se halla el manantial de la vida y de la santidad. Ojalá que la santidad de las familias se transforme en la levadura para la renovación interior de los hombres y de las naciones. ¡Que Dios os bendiga!

Familias de lengua francesa, os saludo de todo corazón a las que estáis en Río y a las que, en vuestro país, estáis en comunión con nosotros. Dad gracias por los dones de Dios, por vuestro amor y por vuestros hijos. En la esperanza, con la ayuda de la Madre del Señor, sed fieles a vuestros compromisos por el bien de la humanidad y de la Iglesia. ¡Que Dios os bendiga!

Saludo con afecto a las familias italianas presentes y a las que están unidas espiritualmente a nosotros desde todas las partes de Brasil, de Italia y del mundo entero. Queridas familias, sed siempre conscientes de la elevada misión que Dios os confía, y trabajad con todos los medios en la construcción de la civilización del amor y de la vida. El Señor os bendiga y os acompañe.

Expreso mi alegría por este encuentro con las familias aquí, en Río de Janeiro, que ha contado con una gran participación y gran entusiasmo. Doy las gracias a todos los que han contribuido al éxito de este evento. Espero que estas jornadas cariocas infundan en el corazón de todos un firme compromiso en defensa de la familia, esperanza de la humanidad. Durante la celebración del gran jubileo del año 2000 en Roma, no podrá faltar un encuentro especial con las familias. Todas la familias están invitadas.

Y ahora elevemos nuestro pensamiento a la Sagrada Familia de Nazaret, invocando su protección, para que, con su ejemplo y estímulo, los hogares cristianos sean un remanso de paz y serenidad, fruto de una fe auténtica y vivida.

De modo especial, nuestras oraciones se dirigen ahora, en el rezo del Ángelus, a la Virgen santísima, causa de nuestra alegría. En ella el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; en ella recibimos la prenda de la vida eterna. Aclamemos con alegría el inicio de nuestra salvación.

Antes de despedirse, el Papa añadió las siguientes palabras:

Desde la cima del Corcovado Cristo bendice a la ciudad de Río de Janeiro y a Brasil. Que Cristo bendiga hoy, en particular, a todas la familias brasileñas y a todas las familias del mundo. Ojalá conserven esta bendición del Cristo del Corcovado y permanezcan en este abrazo de Cristo a lo largo de toda su vida. ¡Muchas gracias!