Angelus 1 de noviembre

Autor: Juan Pablo II

 JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Solemnidad de Todos los Santos, 
sábado 1 de noviembre de 2003

Amadísimos hermanos y hermanas:  

1. Celebramos hoy la solemnidad de Todos los Santos. Al invitarnos a dirigir nuestra mirada a la multitud inmensa de quienes ya han llegado a la patria celestial, nos indica el camino que conduce a esa meta. 

A nosotros, peregrinos en la tierra, los santos y los beatos del paraíso nos recuerdan que el apoyo diario para no perder jamás de vista nuestro destino eterno es, ante todo, la oración. Para muchos de ellos fue el rosario -oración a la que estuvo dedicado el Año concluido ayer- el que les ofreció un medio privilegiado para su coloquio diario con el Señor. El rosario los llevó a una intimidad cada vez más profunda con Cristo y con la Virgen santísima. 

2. El rosario puede ser verdaderamente un camino sencillo y accesible a todos hacia la santidad, vocación de todo bautizado, como pone de relieve la celebración de hoy. En la carta apostólica Novo millennio ineunte recordé a todos los fieles que la santidad es la exigencia prioritaria de la vida cristiana (cf. nn. 30-31). 

María, Reina de todos los santos, ya inmersa totalmente en la gloria divina, nos ayude a avanzar con decisión por el camino exigente de la perfección cristiana. Nos haga comprender y apreciar cada vez más el rezo del rosario como itinerario evangélico de contemplación del misterio de Cristo y de adhesión fiel a su voluntad.

Después del Ángelus

Según la piadosa costumbre, durante estos días los fieles suelen visitar las tumbas de sus seres queridos y rezar por ellos. 

También yo voy espiritualmente en peregrinación a los cementerios de las diversas partes del mundo, donde descansan los restos de quienes nos han precedido en el signo de la fe. 

En particular, elevo mi oración de sufragio por aquellos en quienes ya nadie piensa, así como por las numerosas víctimas de la violencia. A todos los encomiendo a la Misericordia divina.

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