Angelus 1 julio 2001

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 1 de julio de 2001

Amadísimos hermanos y hermanas

1. Empieza hoy el mes de julio, que la tradición popular dedica a la contemplación de la Preciosísima Sangre de Cristo, misterio insondable de amor y misericordia.

En la liturgia de hoy, el apóstol san Pablo afirma en la carta a los Gálatas que "para ser libres nos libertó Cristo" (Ga 5, 1). Esta libertad tiene un precio muy alto:  la vida, la sangre del Redentor.
¡Sí! La sangre de Cristo es el precio que Dios pagó para librar a la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte.

La sangre de Cristo es la prueba irrefutable del amor del Padre celestial a todo hombre, sin excluir a nadie.

Todo esto lo subrayó muy bien el beato Juan XXIII, devoto de la Sangre del Señor desde su infancia, cuando en su hogar oía rezar sus letanías especiales. Elegido Papa, escribió una carta apostólica para promover su culto (Inde a primis, 30 de junio de 1959), invitando a los fieles a meditar en el valor infinito de esa sangre, de la que "una sola gota puede salvar a todo el mundo de cualquier culpa" (Himno Adoro te devote).

2. Que la meditación del sacrificio del Señor, prenda de esperanza y de paz para el mundo, sea aliento y estímulo a construir la paz también donde parece casi inalcanzable. Hoy mi pensamiento se dirige de modo especial a Sri Lanka, donde, con ocasión de la fiesta de la Virgen de Madhu, la comunidad católica se reúne en oración en aquel célebre santuario para implorar el don tan anhelado de la paz. Las partes implicadas en el trágico conflicto étnico, que desde hace casi veinte años siembra violencia y terribles atrocidades en esa querida nación, no logran encontrar el camino del diálogo y de la reconciliación. La solución negociada es el único camino para afrontar las graves cuestiones que han originado el conflicto actual.

3. María, Madre de Aquel que con su sangre ha redimido al mundo, bendiga los esfuerzos perseverantes de cuantos en Sri Lanka y en otras partes promueven un clima de imparcialidad y distensión, premisas indispensables para conseguir la concordia y la paz.

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