Angelus: 10 de enero, Bautismo del Señor
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 10 de enero de 1999
1. Este domingo celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. El pasaje evangélico que la liturgia propone a nuestra reflexión habla de Jesús que, mezclado entre la multitud, baja al río Jordán para ser bautizado por Juan. Mientras sale del agua, se abren los cielos, aparece el Espíritu Santo en forma de paloma, y una voz del cielo dice: «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias» (Mt 3, 17).
En esta escena, Dios mismo, en cierto modo, se manifiesta en su misterio trinitario: el Padre, principio y fuente de la vida y de la santidad; el Hijo, que viene al mundo para liberarlo del pecado y de la muerte; y el Espíritu Santo, que sostiene con su fuerza la obra de la redención.
2. En el ámbito de este último año de preparación para el gran jubileo, año dedicado al Padre, la solemnidad de hoy adquiere un valor especial. La escena del bautismo de Jesús nos recuerda el rostro misericordioso del Padre celestial, que, como dice el Evangelio, «tanto amó al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3, 16). Así, estamos invitados a reflexionar en el amor que el Padre siente por nosotros, elevados en el bautismo a la dignidad de hijos adoptivos suyos. La conciencia de una dignidad tan alta debe suscitar en nosotros el empeño de un comportamiento adecuado.
3. Esta mañana, en el sugestivo marco de la capilla Sixtina, he conferido a algunos niños el primer sacramento de la iniciación cristiana. Junto con sus padres, padrinos y madrinas, agradezcamos al Señor el don de la vida y de la gracia santificante, que ha convertido a estos niños en hijos adoptivos de Dios. Oremos, además, por todos los bautizados, para que, respondiendo con renovada fidelidad a la llamada del Señor, vivan siempre en su amor.
Encomendemos estos deseos a la Virgen para que, como Madre de la Gracia divina, ayude a todos los cristianos a tomar conciencia del significado y de la importancia de su bautismo, y a permanecer fieles a él en su vida diaria.
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