Angelus, 14 octubre 2001

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 14 de octubre de 2001

   

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. El domingo pasado celebramos la fiesta de la Virgen del Rosario. Todo el mes de octubre está dedicado particularmente a esta hermosa plegaria, muy apreciada por el pueblo cristiano. A causa de la actual situación internacional, he invitado a las personas y a las comunidades a rezar el rosario por la paz. Renuevo también hoy esta invitación, subrayando al mismo tiempo que el rosario es contemplación de Cristo en sus misterios, en íntima unión con María santísima.

La espiritualidad contemporánea siente vivamente la exigencia de ir, por decirlo así, a lo esencial. Por eso, se está llevando a cabo hoy un prometedor redescubrimiento de la auténtica naturaleza del rosario, como plegaria que ayuda a estar en compañía de Cristo, para conocerlo mejor, asimilar sus enseñanzas y vivir su misterio. Y ¿quién mejor que María puede acompañarnos en este itinerario de la mente y del corazón? Este es el sentido de la repetición del Ave María, que "constituye la trama sobre la cual se desarrolla la contemplación de los misterios" (Marialis cultus, 46).

Es necesario elevar en la Iglesia una insistente invocación por la paz con la plegaria del rosario, tanto de forma individual como comunitaria, teniendo fija la mirada en Jesucristo, nuestra paz.
2. Antes era muy frecuente el rezo del rosario en familia, especialmente al final de la jornada. Por ejemplo, lo rezaban diariamente los esposos Luis y María Beltrame Quattrocchi, a quienes el domingo próximo tendré la alegría de proclamar beatos.

Con ocasión de ese acontecimiento, que coincide con el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica Familiaris consortio, la Iglesia italiana ha organizado un Congreso sobre el tema:  "La familia, sujeto social". Apoyo esta iniciativa y espero que la familia vuelva a ocupar en la sociedad italiana un lugar central.

El sábado próximo, por la tarde, las familias cristianas están invitadas a un encuentro de reflexión y oración en la plaza de San Pedro. Al día siguiente, domingo, tendrá lugar el momento culminante de la celebración con la solemne beatificación de esos dos esposos, en coincidencia con la Jornada mundial de las misiones. Será una ocasión propicia para subrayar la función de las familias en la misión evangelizadora de la Iglesia.

3. Al rezar juntos la plegaria del Ángelus, recordemos el Sínodo de los obispos, que está celebrándose en el Vaticano; encomendemos a la Virgen a todos los misioneros del Evangelio y pidamos para ellos la fuerza de ser constructores de justicia y paz. En esta hora de graves preocupaciones, en todo el mundo se ora por la paz. Unamos nuestra ferviente súplica al Señor por intercesión de María, Reina de la paz.

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