Ceremonia de bienvenida a Brescia, 18 de septiembre de 1998

Autor: Juan Pablo II

 

VISITA PASTORAL A CHIÁVARI Y BRESCIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA A CHIÁVARI

Plaza de Nuestra Señora del Huerto
Viernes 18 de septiembre

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os agradezco la acogida que me habéis dispensado en esta hermosa ciudad, que se encuentra en el centro o, mejor dicho, en el corazón del Tigullio, un golfo famoso en el mundo entero por su mar, sus arrecifes, sus olivares, sus pinares y, sobre todo, por su gente laboriosa y buena.

Doy las gracias, en particular, al señor ministro, que ha venido en representación del Gobierno, y al señor alcalde por las amables palabras de saludo que me han dirigido, así como a las demás autoridades de diverso orden y grado que, juntamente con monseñor Alberto María Careggio, vuestro pastor, me honran con su presencia.

Os doy las gracias y os saludo cordialmente a todos y cada uno de vosotros, queridos ciudadanos de Chiávari, así como a los demás amigos que han venido con esta ocasión. Os saludo como pueblo de esta privilegiada ciudad y región, pero también como pueblo de Dios reunido en esta Iglesia local, que tiene su centro en la catedral-santuario de Nuestra Señora del Huerto. Estoy a punto de entrar en este santuario, donde oraré ante el icono de María pintado en el año 1493 por un artista de Chiávari; es decir, un icono que está presente entre vosotros y es venerado aquí desde hace más de medio milenio.

2. Os confieso que, aunque experimento una gran alegría cada vez que tengo la ocasión de visitar la catedral de una Iglesia local, porque me da la impresión de que así afianzo los vínculos de comunión de esa Iglesia con la única Iglesia santa, católica, apostólica, que profesamos en el Credo, la alegría se convierte en emoción profunda cuando se trata de una iglesia expresamente dedicada a la Virgen. En este caso, además, se trata de una catedral que, al estar consagrada a María, compromete a toda la diócesis de Chiávari, la cual, por lo demás, tiene en su territorio otros diez santuarios marianos, entre los que me complace nombrar al menos el de Nuestra Señora de Montallegro, en el ámbito de la cercana ciudad de Rapallo.

El título de Virgen del Huerto, originado por el hecho de que la pintura de Borzone se encontraba sobre el muro de un huerto llamado Huerto del Capitán, nos lleva a pensar en los jardines y en los huertos presentes en la historia de la salvación, desde el del Edén, lugar de inocencia y felicidad de nuestros primeros padres, y que pronto se convirtió en lugar de desobediencia y pecado, siguiendo por el de Getsemaní, donde el nuevo Adán, Cristo Jesús, comenzó la fase decisiva de la redención, sufriendo hasta sudar sangre (cf. Lc 22, 44), hasta el jardín que debería ser el alma de todo cristiano, para ser digno de acoger a Cristo y a su Madre.

Dichosa, por tanto, esta diócesis que, en sus estructuras visibles, pero sobre todo en el misterio invisible de su realidad espiritual, aspira a ser el jardín de María: Hortus conclusus, como cantáis de buen grado especialmente en las «fiestas de julio», fons signatus, o Maria! Emissiones tuae paradisus. «Paradisus »: un nuevo jardín de inocencia y de alegría.

3. Esta visión del cielo no nos hace olvidar los problemas y las dificultades que acompañan la existencia diaria en la tierra. Pienso, en particular, en los problemas que afectan a la sociedad en su conjunto. También en este golfo existen, al menos como reflejo de crisis en ámbitos más amplios, serios motivos de preocupación. Por ejemplo, os preguntáis acerca del futuro de las nobles tradiciones del artesanado, del comercio y de la agricultura en sus formas locales, que no son sustituidas adecuadamente por los nuevos sistemas de trabajo y de aplicación tecnológica. Aunque sigue prosperando el turismo, atraído por la belleza de los lugares, a menudo los períodos de descanso y vacaciones se reducen sensiblemente a causa de los costos cada vez más elevados.

En consecuencia, también aquí existen notables dificultades para proporcionar a todos, y especialmente a los jóvenes con títulos de estudio, un trabajo adecuado. En el campo empresarial y en el comercial, por otra parte, la dificultad deriva de la falta de suficientes recursos económicos. Por último, está el peligro de lo que se suele llamar «pobreza de las familias», que se está incrementando, según estadísticas recientes, a causa del aumento de las personas ancianas y solas.

4. Estoy seguro de que me entenderéis si, también en esta circunstancia, os recuerdo los aspectos ético-sociales a los que están vinculados muchos de los fenómenos que he mencionado. Cuando se buscan las razones profundas de la misma crisis económica, es preciso citar, por ejemplo, la caída de la cultura de la vida, con el consiguiente descenso del índice de la natalidad. Y ¿quién puede negar que una insuficiente solidaridad social es el origen de la falta de colaboración para afrontar los nuevos y grandes problemas económicos, sociales y políticos? Yendo aún más a fondo, en la pérdida del sentido religioso y de la sensibilidad ética que lo suele acompañar es donde se ha de buscar la explicación de las numerosas dificultades que afligen a nuestro tiempo tanto en el ámbito de la familia como en el de la sociedad.

Vosotros, ciudadanos de Chiávari, y todos vosotros que estáis unidos por diversas razones a esta ciudad y a sus habitantes, conocéis por la historia y por la experiencia la necesidad y los beneficios de la religión bajo el estandarte de la Virgen del Huerto: con su sonrisa de Madre buena y amable, con su mano que bendice al mismo tiempo que la del Niño. Todos sabéis que, aunque cada uno debe comprometerse con todas sus fuerzas para lograr que se renueve una sociedad solidaria en la justicia y en el amor, es necesario, sin embargo, recurrir incesantemente a María que, como Madre poderosa y benigna, puede garantizar la fecundidad de nuestros esfuerzos. Lo habéis constatado muchas veces en vuestra historia.

Aquí quiero recordar solamente aquel 25 de agosto de 1835, cuando, en esta misma plaza, san Antonio María Gianelli, entonces arcipreste de Chiávari, pudo anunciar que la gracia del alejamiento del cólera se había obtenido por la Virgen del Huerto y por el santísimo crucifijo llevado en procesión penitencial. El arcipreste había visto y anunciado la vuelta de las golondrinas. Desde entonces habéis hablado del «milagro de las golondrinas», al que uno de vuestros ilustres músicos, el maestro Campodonico, durante muchos años organista de la catedral, dedicó un inspirado oratorio: «Las golondrinas de la Virgen», ejecutado varias veces en este templo.

5. Oremos todos para obtener que ese «milagro» se renueve en bien de nuestra sociedad, como liberación «a peste, fame et bello», según la antigua invocación de las letanías de los santos. Hoy, más que nunca, necesitamos ser liberados de las antiguas y nuevas epidemias, de las antiguas y nuevas formas de guerra. Necesitamos una buena organización de la economía, pero sobre todo la reforma de las costumbres, como premisa indispensable para una sociedad más justa y solidaria.

Por todo esto pedimos a la Virgen, en las letanías lauretanas: Auxilium christianorum, ora pro nobis. Y vosotros, ciudadanos de Chiávari, por una antigua concesión de la Santa Sede, añadís: Regina Advocata nostra, ora pro nobis (cf.Sagrada Congregación de Ritos, 1 de septiembre de 1782).

En las manos y en el corazón de esta Reina y Abogada os pondré a todos vosotros, al arrodillarme ante el trono que le habéis erigido en el antiguo «Huerto del Capitán». Le diré: «Protege a todos estos hijos tuyos, llenos de esperanza en ti: ¡oh clemente, oh piadosa, oh querida Virgen del Huerto, oh dulce Virgen María!».

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