Discurso De Su Santidad Benedicto Xvi: Presentación del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica - 28 de junio de 2005

Autor: Benedicto XVI

PRESENTACIÓN DEL COMPENDIO
DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI

Martes 28 de junio de 2005

Amadísimos hermanos y amigos:  
1. "Que Dios (...) ilumine los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos" (Ef 1, 18).
Este es el deseo que san Pablo eleva al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, en el pasaje de la carta a los Efesios que acabamos de proclamar.
Nunca agradeceremos suficientemente a Dios, nuestro Padre, este inmenso tesoro de esperanza y de gloria que nos ha regalado en su Hijo Jesús. Debemos dejarnos iluminar continuamente por él, para conocer cada vez más profundamente este misterioso don suyo.
El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, que hoy tengo la gran alegría de presentar a la Iglesia y al mundo en esta celebración orante, puede y debe constituir un instrumento privilegiado para que crezcamos en el conocimiento y en la acogida gozosa de ese don divino.
2. Se presenta después de la publicación del Catecismo de la Iglesia católica, que tuvo lugar en 1992. Desde entonces, se sentía de forma cada vez más generalizada e insistente la exigencia de un catecismo en síntesis, breve, que contuviera todos y únicamente los elementos esenciales y fundamentales de la fe y de la moral católica, formulados de una manera sencilla, accesible a todos, clara y sintética. Precisamente para responder a esta exigencia, durante los últimos veinte años se han realizado, en diversas lenguas y países, numerosos intentos, más o menos logrados, de síntesis del mencionado Catecismo, que han planteado varios problemas no sólo con respecto a la fidelidad y al respeto de su estructura y de sus contenidos, sino también con respecto a la totalidad y la integridad de la doctrina católica.
Por tanto, se sentía cada vez más la necesidad de un texto autorizado, seguro y completo sobre los aspectos esenciales de la fe de la Iglesia, en plena armonía con el citado Catecismo, aprobado por el Papa y destinado a toda la Iglesia.
3. De esa exigencia generalizada se hicieron intérpretes en particular, en octubre de 2002, los participantes en el Congreso catequístico internacional, que presentaron una petición explícita en este sentido al siervo de Dios Juan Pablo II.
Han pasado poco más de dos años desde que mi venerado predecesor decidió, en febrero de 2003, la preparación de dicho Compendio, reconociendo que correspondía no sólo al bien de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, sino también al del mundo de hoy, sediento de verdad. Han sido dos años de intenso y fructuoso trabajo, en el que han participado también todos los cardenales y los presidentes de las Conferencias episcopales, los cuales, consultados sobre uno de los últimos proyectos del Compendio, dieron, con amplísima mayoría, una valoración muy positiva.
4. Hoy, en esta víspera de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, a cuarenta años de la conclusión del concilio ecuménico Vaticano II, siento una gran alegría al entregar este Compendio, aprobado por mí, no sólo a todos los miembros de la Iglesia, significativamente representados aquí, en sus diversos componentes, por todos los que participáis en este solemne encuentro. A través de vosotros, venerados hermanos cardenales, obispos, sacerdotes, catequistas y fieles laicos, deseo entregar idealmente este Compendio también a todas las personas de buena voluntad que deseen conocer las insondables riquezas del misterio salvífico de Jesucristo.
Ciertamente, no se trata de un nuevo Catecismo, sino del Compendio que refleja fielmente el Catecismo de la Iglesia católica, el cual, por tanto, sigue siendo la fuente a la que hay que acudir para comprender mejor el Compendio mismo, y el modelo que hay que contemplar incesantemente para encontrar la exposición armoniosa y auténtica de la fe y de la moral católica, así como el punto de referencia que debe estimular el anuncio de la fe y la elaboración de los catecismos locales. Por consiguiente, el Catecismo de la Iglesia católica mantiene intacta toda su autoridad e importancia, y podrá encontrar, en esa síntesis, un valioso estímulo para que se lo conozca mejor y se lo use como instrumento fundamental de educación en la fe.
5. Este Compendio es un anuncio renovado del Evangelio hoy. También por medio de este texto autorizado y seguro, "conservamos con esmero la fe que hemos recibido de la Iglesia -como afirma también san Ireneo, cuya memoria litúrgica celebramos hoy-, porque bajo la acción del Espíritu de Dios, ella, como un perfume de gran valor, contenido en un frasco excelente,  rejuvenece continuamente y mantiene  siempre  joven el mismo frasco en que se conserva" (Adversus haereses, III, 24, 1:  SC 264, 158-160).
El Compendio presenta la fe de la Iglesia en Cristo Jesús. En efecto, siguiendo la estructura del Catecismo de la Iglesia católica, dividido en cuatro partes, presenta a Cristo profesado como Hijo unigénito del Padre, como perfecto Revelador de la verdad de Dios y como Salvador definitivo del mundo; a Cristo celebrado en los sacramentos, como fuente y apoyo de la vida de la Iglesia; a Cristo escuchado y seguido en obediencia a sus mandamientos, como manantial de existencia nueva en la caridad y en la concordia; y a Cristo imitado en la oración, como modelo y maestro de nuestra actitud orante ante el Padre.
6. Esta fe se expone, en el Compendio, en forma de diálogo. De este modo, como escribí en la introducción al Compendio, se quiere "volver a proponer un diálogo ideal entre el maestro y el discípulo, mediante una estimulante secuencia de preguntas que implican al lector, invitándolo a proseguir el descubrimiento de aspectos siempre nuevos de la verdad de su fe. Este género ayuda también a abreviar notablemente el texto, reduciéndolo a lo esencial y favoreciendo de este modo la asimilación y la eventual memorización de los contenidos" (n. 4). La brevedad de las respuestas favorece la síntesis esencial y la claridad de la comunicación.
7. En el texto también se han insertado imágenes al inicio de la parte o sección respectiva. Se ha hecho así para ilustrar el contenido doctrinal del Compendio:  en efecto, las imágenes "proclaman el mismo mensaje que la sagrada  Escritura transmite mediante la palabra, y ayudan a despertar y alimentar la fe de los creyentes" (Compendio, n. 240).
Así, la imagen y la palabra se iluminan recíprocamente. El arte "habla" siempre, al menos implícitamente, de lo divino, de la belleza infinita de Dios, reflejada en el Icono por excelencia:  Cristo, nuestro Señor, Imagen del Dios invisible.
Las imágenes sagradas, con su belleza, son también anuncio evangélico y manifiestan el esplendor de la verdad católica, mostrando la suprema armonía entre el bien y la belleza, entre la via veritatis y la via pulchritudinis. A la vez que testimonian la secular y fecunda tradición del arte cristiano, estimulan a todos, creyentes y no creyentes, a descubrir y contemplar el fascinante e inagotable misterio de la Redención, dando siempre nuevo impulso al intenso proceso de su inculturación en el tiempo.
Las mismas imágenes se encuentran en las diversas traducciones del Compendio. Esto servirá también para identificar fácilmente y reconocer este texto en la variedad de las lenguas:  cada uno de los fieles profesa la única fe en la multiplicidad de los contextos eclesiales y culturales.
8. Al final, el texto incluye también un Apéndice, que contiene algunas oraciones comunes para la Iglesia universal y algunas fórmulas catequísticas de la fe católica.
La oportuna decisión de añadir al final del Compendio algunas oraciones invita a encontrar en la Iglesia un modo común de rezar, no sólo personalmente, sino también en comunidad.
En cada una de las traducciones, la mayor parte de las oraciones se presentarán también en lengua latina. Su aprendizaje, también en esta lengua, facilitará la oración en común de los fieles cristianos pertenecientes a lenguas diversas, especialmente cuando se reúnan en circunstancias particulares.
Como ya dije en 1997, con ocasión de la presentación de la edición típica latina del Catecismo de la Iglesia católica a mi venerado predecesor, "precisamente en la multiplicidad de las lenguas y de las culturas, el latín, durante tantos siglos vehículo e instrumento de la cultura cristiana, no sólo garantiza la continuidad con nuestras raíces, sino que también es muy importante para consolidar los vínculos de la unidad de la fe en la comunión de la Iglesia".
9. Doy las gracias, de corazón, a todos los que han trabajado en la realización de esta importante obra, en particular a los cardenales miembros de la Comisión especial, a los redactores y a los expertos:  todos han colaborado con gran dedicación y competencia. El Señor Dios, que lo ve todo, los recompense y los bendiga en su infinita benevolencia.
Ojalá que este Compendio, fruto de su esfuerzo, pero sobre todo don que Dios hace a la Iglesia en este tercer milenio, dé nuevo impulso a la evangelización y a la catequesis, de las que dependen "no sólo la extensión geográfica y el aumento numérico de la Iglesia, sino también y más aún su crecimiento interior, su correspondencia con el designio de Dios" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 7).
María santísima y los apóstoles san Pedro y san Pablo sostengan con su intercesión este deseo para el bien de la Iglesia y de la humanidad.
A todos os imparto de corazón mi bendición apostólica.

© Copyright 2005 - Libreria Editrice Vaticana