Encuentro con los armenios católicos

Autor: Benedicto XVI

VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
A TURQUÍA
(28 DE NOVIEMBRE - 1 DE DICIEMBRE 2006)

VISITA DE ORACIÓN AL PATRIARCADO ARMENIO APOSTÓLICO
Y ENCUENTRO CON SU BEATITUD EL PATRIARCA MESROB II

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Catedral armenia apostólica de Santa María, Estambul
Jueves 30 de noviembre de 2006

Amadísimo hermano en Cristo: 

Me alegra tener esta oportunidad de encontrarme con Vuestra Beatitud en este mismo lugar donde el Patriarca Kalustian acogió a mis predecesores el Papa Pablo VI y el Papa Juan Pablo II. Con gran afecto saludo a toda la comunidad armenia apostólica que usted preside como pastor y padre espiritual. Mi saludo fraternal se dirige también a Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catholicos de todos los Armenios, y a la jerarquía de la Iglesia armenia apostólica. Doy gracias a Dios por la fe y el testimonio cristiano del pueblo armenio, transmitidos de generación en generación, a menudo en circunstancias realmente trágicas como las que experimentó durante el siglo pasado.

Nuestro encuentro es mucho más que un simple gesto de cortesía ecuménica y de amistad. Es un signo de nuestra esperanza  común en las promesas de Dios y de nuestro deseo de ver cumplida la oración que Jesús elevó por sus discípulos en la víspera de su pasión y muerte:  "Que todos sean uno. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21). Jesús entregó su vida en la cruz para reunir en la unidad a los hijos de Dios dispersos, para derribar los muros de la división. Mediante el sacramento del bautismo hemos sido incorporados al Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Las trágicas divisiones que a lo largo del tiempo han surgido entre los seguidores de Cristo contradicen abiertamente la voluntad del Señor, son un escándalo para el mundo y perjudican a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura (cf. Unitatis redintegratio, 1). Precisamente mediante el testimonio de su fe y su caridad, los cristianos están llamados a ofrecer un signo radiante de esperanza y consuelo a este mundo, tan marcado por conflictos y tensiones. Por eso, debemos seguir haciendo todo lo posible para sanar las heridas de la separación y apresurar la obra de restablecimiento de la unidad de los cristianos. Hago votos para que en esta urgente misión nos guíe la luz y la fuerza del Espíritu Santo.

A este respecto, quiero solamente dar gracias de corazón al Señor por la relación fraternal cada vez más profunda que se ha desarrollado entre la Iglesia apostólica armenia y la Iglesia católica. En el siglo XIII, Nerses de Lambrón, uno de los grandes doctores de la Iglesia armenia, escribió estas alentadoras palabras:  "Ahora, dado que todos necesitamos la paz con Dios, hagamos que la armonía entre hermanos sea su cimiento. Hemos orado a Dios por la paz y seguimos haciéndolo. Él nos la está ofreciendo como un don:  ¡aceptémoslo! Hemos pedido al Señor que haga sólida a su santa Iglesia, y él bondadosamente ha escuchado nuestra oración. Por tanto, subamos a la montaña de la fe en el Evangelio!" (Il primato della carità, ed. Qiqajon, p. 81). Estas palabras de Nerses no han perdido nada de su fuerza. Sigamos orando juntos por la unidad de todos los cristianos, para que, recibiendo este don de lo alto con un corazón abierto, seamos testigos cada vez más convincentes de la verdad del Evangelio y mejores servidores de la misión de la Iglesia.

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