Mensaje con ocasión del centenario del Frat, 12 de abril del 2008

Autor: Benedicto XVI

 

CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
AL CARD. ANDRÉ VINGT-TROIS, ARZOBISPO DE PARÍS,
PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE FRANCIA,
CON OCASIÓN DEL CENTENARIO DEL "FRAT"

Al señor cardenal
André VINGT-TROIS
Arzobispo de París
Presidente de la Conferencia episcopal de Francia

Para los jóvenes reunidos en Lourdes, del 22 al 27 de abril, con ocasión del centenario del "Frat", organizado por las diócesis de Île-de-France.

Queridos jóvenes:

Al llegar a la ciudad mariana de Lourdes, en este año jubilar en el que se celebra el 150° aniversario de las apariciones de la Virgen María a la joven Bernardita, participáis en la acción de gracias de toda la Iglesia por el mensaje que la Virgen encomendó a Bernardita. Con palabras sencillas, la Madre de Cristo indica el camino de la renovación espiritual a través de la llamada a la conversión y al amor a la Iglesia.

En ese lugar la Virgen visitó a Bernardita. Durante vuestra peregrinación a Lourdes, recibís esta visita de María, que os dirige hoy las palabras que le dijo el ángel de parte del Señor: "¡Alégrate, porque has hallado gracia delante de Dios!" (Lc 1, 30).

En efecto, mediante su gracia, Cristo os hace dignos de su confianza y desea que realicéis vuestros sueños más nobles y elevados de auténtica felicidad. Esta felicidad es, ante todo, un don de Dios, que se recibe siguiendo los caminos inesperados de su voluntad. Esos caminos son exigentes, pero también son fuente de alegría profunda.

Mirad a María: invitada a seguir un camino sorprendente y desconcertante, su disponibilidad la llena de una alegría que cantarán todas las generaciones. Es el secreto que confía a Isabel, su prima, cuando va a visitarla y servirla: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. (...) El Poderoso ha hecho obras grandes por mí" (Lc 1, 47-48). También vosotros aceptad dejaros guiar para que el Señor haga algo grande con vuestra humilde vida.

Nuestro "sí" a Dios hace brotar la fuente de la verdadera felicidad: este "sí" libera al yo de todo lo que lo encierra en sí mismo. Hace que la pobreza de nuestra vida entre en la riqueza y en la fuerza del proyecto de Dios, pero sin entorpecer nuestra libertad y nuestra responsabilidad. Abre nuestro corazón estrecho a las dimensiones de la caridad divina, que son universales. Conforma nuestra vida a la vida misma de Cristo, que nos ha marcado en nuestro bautismo.

Queridos jóvenes, os animo a celebrar con entusiasmo en estos días la alegría de creer, de amar y de esperar en Cristo, y a recorrer con confianza el camino de iniciación que se os propone. Os invito, en particular, a escuchar con atención el testimonio de vuestros mayores en la fe y a aprender a acoger, en el silencio y en la meditación, la palabra de Dios, para que modele vuestro corazón y dé en vosotros frutos abundantes.

En efecto, el Señor tiene algo particular que deciros a cada uno. No tengáis miedo de escucharlo. Con este espíritu el "Frat" es también un tiempo privilegiado para dejarse interrogar por Cristo: "¿Qué quieres hacer de tu vida?". Los que entre vosotros escuchen la llamada a seguirlo en el sacerdocio o en la vida consagrada, a ejemplo de numerosos jóvenes que han participado en el "Frat", acepten la invitación del Señor a ponerse totalmente al servicio de la Iglesia, en una vida entregada completamente por el reino de los cielos. No quedarán defraudados.

Por último, deseo dar gracias al Señor por todas las personas, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que, formando una inmensa cadena, han contribuido durante un siglo a hacer que esta peregrinación sea un momento importante en la vida de gran número de jóvenes cristianos.

Queridos jóvenes, os encomiendo a cada uno a la intercesión materna de Nuestra Señora de Lourdes y de santa Bernardita. A vosotros, jóvenes; a los obispos, pastores de vuestras diócesis de Île-de-France; a vuestros capellanes, así como a los laicos que os acompañan y que dan testimonio con alegría y sencillez de su fe entre vosotros, imparto de todo corazón la bendición apostólica.

Vaticano, 12 de abril de 2008

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