Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI a Su Santidad Bartolomé I, Patriarca Ecuménico de Constantinopla, 26 de noviembre de 2005

Autor: Benedicto XVI

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LAS ACADEMIAS PONTIFICAS
 

A Su Santidad BARTOLOMÉ I
Arzobispo de Constantinopla
Patriarca ecuménico
"¡Que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros! Os amo a todos en Cristo Jesús" (1 Co 16, 23-24).
Con gran alegría escribo a Su Santidad, con ocasión de la fiesta de san Andrés, apóstol y hermano de san Pedro.
La delegación que le envío, encabezada por el presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, su eminencia cardenal Walter Kasper, le lleva el más afectuoso saludo fraterno de la Iglesia de Roma. Aunque yo mismo habría deseado estar presente para asegurarle personalmente mi afecto en el Señor y orar con usted, le transmito mi ferviente esperanza de una comunión cada vez más profunda, que supere los obstáculos que aún permanecen entre nosotros y nos permita celebrar juntos la santa Eucaristía, el único sacrificio de Cristo para la vida del mundo.
Este año conmemoramos el cuadragésimo aniversario del 7 de diciembre de 1965, día en que el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, desaprobando lo que había ocurrido en 1054, decidieron juntos, en Roma y Constantinopla, "cancelar de la memoria de la Iglesia la sentencia de excomunión que había sido pronunciada". Ese acontecimiento trascendental se transformó en la base de una renovada relación marcada por el respeto recíproco y la reconciliación. Recordamos con alegría las palabras inspiradas que pronunció aquel día, en la catedral de El Fanar, el amado Patriarca Atenágoras:  "Dios es amor (1 Jn 4, 9):  el amor es el signo de los discípulos de Cristo dado por Dios, la fuerza unificadora de su Iglesia, y en ella el principio de paz, de concordia y de orden, como perpetua y espléndida manifestación del Espíritu Santo" (Respuesta a la Declaración común, 7 de diciembre de 1965).
En efecto, esta cancelación marcó el comienzo de una nueva etapa de la vida eclesial, una época de diálogo, en la que se ha visto un significativo progreso, pero que debe afrontar el desafío de continuar la búsqueda rigurosa de sus objetivos tan valiosos. A este respecto, es fuente de gran satisfacción para mí que, después de una pausa de algunos años, se reanude nuestro diálogo teológico. Pido a Dios que realmente dé fruto y confío en que no se escatime ningún esfuerzo para lograrlo. El que pone su mano en el arado no debe volver atrás (cf. Lc 9, 62). Más bien, debe perseverar y completar su obra, sembrando la semilla y confiando en la abundante cosecha que Dios, en su bondad, proporcionará. Atento, pues, a lo que el Espíritu dice sobre las necesidades de las Iglesias hoy y en el futuro, aseguro a Su Santidad y al Santo Sínodo, y a través de vosotros a todas las Iglesias ortodoxas, que la Iglesia católica sigue comprometida irrevocablemente a promover toda iniciativa adecuada y útil para fortalecer la caridad, la solidaridad y el diálogo teológico entre nosotros.
En la alegría de la fiesta de San Andrés, santo custodio de la Iglesia de Constantinopla, renuevo a Su Santidad mi amor fraterno y le envío mi saludo afectuoso en el abrazo de la paz. Vaticano, 26 de noviembre de 2005

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