Nazaret - Auditorio del Santuario de la Anunciación, Galilea, 14 mayo 2009, Benedicto XVI

Autor: Benedicto XVI

PEREGRINACIÓN
DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A TIERRA SANTA
(8-15 DE MAYO DE 2009)

SALUDO A LOS LÍDERES RELIGIOSOS DE GALILEA

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Auditorio del Santuario de la Anunciación - Nazaret
Jueves 14 de mayo de 2009

Queridos amigos:

A la vez que agradezco las palabras de bienvenida del obispo Giacinto-Boulos Marcuzzo y su afectuosa acogida, saludo cordialmente a los líderes de las diversas comunidades presentes: cristianos, musulmanes, judíos, drusos y otras comunidades religiosas.

Considero una particular bendición el poder visitar esta ciudad, venerada por los cristianos como el lugar donde el ángel anunció a la Virgen María que concebiría por obra del Espíritu Santo. Aquí también José, su prometido, vio ensueños al ángel, el cual le indicó que pusiera al niño por nombre "Jesús". Después de los maravillosos acontecimientos que rodearon su nacimiento, el niño fue traído a esta ciudad por José y María, y aquí "creció y se fortaleció, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba en él" (Lc 2, 40).

La convicción de que el mundo es un don de Dios y que Dios ha entrado en las vicisitudes y en los acontecimientos de la historia humana, es la perspectiva desde la cual los cristianos ven que la creación tiene una razón y un fin. Lejos de ser el resultado de una ciega casualidad, el mundo ha sido querido por Dios, y revela su glorioso esplendor.

En el corazón de toda tradición religiosa se encuentra la convicción de que la paz misma es un don de Dios, aunque no se pueda alcanzar sin esfuerzo humano. Una paz duradera proviene del reconocimiento de que el mundo, en definitiva, no es propiedad nuestra, sino más bien el horizonte en el cual hemos sido invitados a participar del amor de Dios y a cooperar para guiar el mundo y la historia bajo su inspiración. No podemos hacer con el mundo lo que nos place; por el contrario, estamos llamados a conformar nuestras decisiones con las sutiles pero perceptibles leyes escritas por el Creador en el universo, y a modelar nuestras acciones según la bondad divina que penetra el reino de lo creado.

En Galilea, tierra conocida por su heterogeneidad étnica y religiosa, habita un pueblo que conoce bien los esfuerzos necesarios para vivir en convivencia armónica. Nuestras diferentes tradiciones religiosas encierran un potencial notable para promover una cultura de paz, especialmente a través de la enseñanza y la predicación de los valores espirituales más profundos de nuestra humanidad común. Moldeando los corazones de los jóvenes, forjamos el futuro de la humanidad. De buen grado los cristianos se unen a los judíos, a los musulmanes, a los drusos y a las personas de otras religiones con el deseo de salvaguardar a los niños del fanatismo y de la violencia, preparándolos a ser los constructores de un mundo mejor.

Queridos amigos míos, sé que acogéis con alegría y con el saludo de la paz a los numerosos peregrinos que llegan a Galilea. Os invito a seguir practicando el respeto recíproco, mientras os esforzáis por aliviar las tensiones concernientes a los lugares de culto, garantizando así un ambiente sereno para la oración y la meditación, aquí y en toda Galilea. Al representar a diferentes tradiciones religiosas, compartís el deseo de contribuir a mejorar la sociedad y a testimoniar así los valores religiosos y espirituales que ayuden a sustentar la vida pública. Os aseguro que la Iglesia católica también está comprometida en esta noble empresa. Cooperando con hombres y mujeres de buena voluntad, buscará asegurar que la luz de la verdad, la paz y la bondad siga resplandeciendo desde Galilea, y guíe a las personas del mundo entero a buscar todo lo que promueva la unidad de la familia humana. Que Dios os bendiga a todos.

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