Fray Luis de León

DE LA MAGDALENA

"Y vuelto (Jesús) a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua a los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos" ¡Ay! ¿Qué podrá ofrecerte quien todo lo perdió? Aquestas manos osadas de ofenderte, a cuestos ojos vanos te ofrezco, y estos labios tan profanos. Bañen tus pies mis ojos, límpielos mis cabellos; de tormento mi boca, y red de enojos, les dé besos sin cuento la que sudó en tu ofensa, trabaje en tu servicio, y de mis males proceda mi defensa, mis ojos dos mortales fraguas, dos fuentes sean manantiales. "No me diste el ósculo de paz; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besarme los pies.

 

NOCHE SERENA

Cuando contemplo el cielo, de innumerables luces adornado, y miro hacia el suelo de noche rodeado, en sueño y en olvido sepultado, el amor y la pena despiertan en mi pecho una ansia ardiente. Aquí vive el contento, aquí reina la paz; aquí asentado en rico y asalto asiento, está el amor sagrado, de glorias y deleites rodeado; inmensa hermosura aquí se muestra toda, y resplandece clarísima luz pura, que jamás anochece; eterna primavera aquí florece.


VIDA SOLITARIA

Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. Coro:

"Quiero vivir conmigo" a solas sin testigo mi dulce son cantado mientras otros se embriagan libre de amor, de odio y celo. ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido. No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera, ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera. Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo ensalza o el dinero. Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido; no los cuidados graves, de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atendido. Del monte de la ladera, por mi mano plantado, tengo un huerto, que con la primavera, de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto. Y mientras miserablemente se están los otros abrasando con sed insaciable del peligroso mando, tendido yo a la sombra esté cantando; a la sombra tendido, de hiedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado.