09 de enero - Discurso al Cuerpo diplomático de 1995

Autor: Juan Pablo II

 

  DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO ANTE LA SANTA SEDE

9 de enero de 1995

Excelencias;
señoras y señores:

1. El tradicional encuentro del inicio del año con los miembros del Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede siempre es para mí fuente de viva satisfacción.

Una vez más, vuestro excelente intérprete, el señor embajador Joseph Amichia, ha sabido traducir con palabras oportunas los deseos que habéis querido expresarme. Esos deseos me llegan al corazón y me confortan. Os los agradezco vivamente.

Aumenta el número de países representados

2. También este año el número de los países representados ante el Sucesor de Pedro ha aumentado: diez naciones han entablado relaciones diplomáticas con la Santa Sede: la república de Sudáfrica, el reino de Camboya, el Estado de Israel, el reino hachemita de Jordania, la ex república yugoslava de Macedonia, los Estados federados de Micronesia, Samoa occidental, la república de Surinam, el reino de Tonga y la república de Vanuatu. Me alegro de ver así incrementado el número de los interlocutores habituales de la Sede apostólica.

Luces y sombras

3. No cabe duda de que el destino de la gran familia humana, de la que forman parte esos pueblos tan diversos, está marcado por muchos éxitos, pero también por demasiados fracasos. Vuestro decano nos ha recordado hace poco las luces y las sombras que nos acompañan. A pesar de ello, los creyentes saben que el hombre, creado a imagen de Dios, es capaz de obrar el bien. Por eso precisamente, a la vez que os expreso a vosotros mis mejores deseos de un feliz año nuevo, los dirijo también a vuestros compatriotas y a todos vuestros gobernantes, diciéndole a cada uno, con las palabras del apóstol Pablo: «No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence al mal con el bien» (Rm 12, 21). Sí, para la felicidad de todos, yo quisiera que, en el umbral del año 1995, el camino de los hombres sea iluminado por la luz y la serenidad divinas, que el pesebre de Belén refleja de modo tan admirable.

Gritos de dolor en Europa: Bosnia-Herzegovina, Cáucaso y Chechenia

4. Por desgracia, en este mundo se alzan aún demasiados gritos de desesperación y de dolor, los gritos de nuestros hermanos los hombres, oprimidos por la guerra, la injusticia, el paro, la pobreza y la soledad.

Muy cerca de nosotros, en el frío del invierno, las poblaciones de Bosnia-Herzegovina siguen sufriendo en su carne las consecuencias de una guerra despiadada. Aunque aún sea frágil, la reciente tregua podría llevar a la reanudación de negociaciones serias. Ante este drama, que es en cierto sentido como el naufragio de toda Europa, ni los simples ciudadanos ni los responsables políticos pueden quedar indiferentes o neutrales. Hay agresores y hay víctimas. Se está violando el derecho internacional y el derecho humanitario. Todo ello exige una reacción firme y concertada de la comunidad de las naciones. No se deberían improvisar soluciones de acuerdo con las conquistas de unos u otros. El derecho no ha de sancionar nunca los resultados obtenidos únicamente con la fuerza. Seria la denota de la civilización y un ejemplo fatal para otras regiones del mundo.

Los conflictos que desgarran el Cáucaso y, más recientemente aún, la Federación rusa, en Chechenia, plantean graves interrogantes a la comunidad internacional acerca de los medios que conviene utilizar para lograr una auténtica convivencia entre pueblos diversos. Una vez más conviene recordar que la negociación, si es preciso con la ayuda de instancias internacionales, es el único camino posible para superar los obstáculos que impiden a la concordia en esos mosaicos étnicos, religiosos y lingüísticos de nuestro mundo, donde se ha de respetar la originalidad de cada uno de sus miembros.

Llamamiento a la solidaridad con África

5. Para demasiados pueblos, la violencia y el odio siguen siendo una tentación y una solución fácil. Pienso en África, con sus focos de tensión aún sin apagar: Liberia, Somalia, sur de Sudán, donde nadie es capaz aún de pensar en el futuro. Angola que sigue siendo una tierra donde la violencia y la miseria no dejan de matar. Ruanda, que con dificultad está tratando de salir del abismo adonde la ha lanzado un genocidio programado y bárbaro, mientras el cercano Burundi podría caer, a su vez, en la absurda aventura de otro conflicto étnico. Un gran país como Zaire no ha logrado aún el anhelado restablecimiento de la democracia. Y, a orillas del Mediterráneo, somos testigos de los estragos que realiza en Argelia la fuerza bruta, que no respeta ni siquiera a la pequeña comunidad católica. También allí sería preciso que, sin dilación, se buscara la manera de entablar el indispensable diálogo nacional.

Señoras y señores, no se puede permitir que quede a la deriva un gran continente como es África. Sí, yo pido para África un gran impulso de solidaridad internacional: ante todo para hacer volver a la razón a los que se enfrentan, con las armas en la mano, por motivos de raza, de poder o de prestigio; luego, para hacer que cese el ignominioso comercio de armas, que implica un estímulo para los que sólo confían en la violencia; y, por último, para acudir en ayuda de los pueblos que viven por debajo del umbral de la pobreza. No podemos menos de preocuparnos por el hecho de que este año se ha reducido notablemente la ayuda internacional en favor de África. En efecto, se ha constatado que entre los cuarenta países más pobres del mundo, treinta son africanos...

Grandes progresos en América Latina

6. La solidaridad internacional resulta aún más necesaria por el hecho de que el mundo, en este inicio del año 1995, se nos presenta dividido, por una parte, en zonas ricas y en paz, y, por otra, en regiones damnificadas, víctimas de las crisis, de la pobreza e incluso de la guerra. Se trata de una amenaza permanente para la estabilidad del mundo.

Por ejemplo, sabemos que en América Latina, con algunas excepciones, la democracia ha hecho grandes progresos. Esperamos, por consiguiente, que también el pueblo haitiano y el pueblo cubano encuentren, en sus respectivas situaciones, los caminos más adecuados para afirmar la vida democrática en esos países, ya tan probados. Por otra parte, sin embargo, es preciso constatar que en ese continente, que está viviendo un inicio de crecimiento económico, son aún necesarias grandes reformas sociales para erradicar esos auténticos cánceres que son la miseria y la injusticia. Estas últimas, entre otras cosas, dan lugar a fenómenos como el tráfico de droga o la criminalidad, que son tan subversivos como la guerrilla de ayer.

Asia y el Pacífico están tomando cada vez mayor conciencia de su especificidad y de su potencial humano y económico. Eso es buen signo. Con todo, para que sea un factor de pacificación y de paz, la cooperación, que se prevé sobre todo en el campo económico, deberá también traducirse en una solidaridad que tenga en cuenta la inmensa diversidad de los países, de sus lenguas, de sus etnias, de sus culturas y de sus religiones, para que el crecimiento material no se produzca nunca a expensas de los derechos de la persona humana y de sus aspiraciones legítimas.

En el vasto espacio de nuestra tierra, mi atención se dirige en este momento hacia las poblaciones de Sri Lanka y Timor oriental, siempre sometidas a duras pruebas. No olvido tampoco a los grandes pueblos de China y Vietnam, comprometidos en una vasta renovación económica y social. Pienso, en particular, en los hijos de la Iglesia católica que viven en esos países y les prestan su generosa contribución; por desgracia, no gozan aún de las condiciones necesarias para practicar plenamente su fe.

Convivencia y colaboración de todos los pueblos

7. En el mundo interdependiente de hoy, una red de intercambios obliga a las naciones a convivir, nolens volens. Con todo, es preciso pasar de la convivencia a la colaboración. El aislamiento no tiene ya razón de ser.

En particular, el embargo, bien definido por el derecho, es un instrumento que se ha de utilizar con gran discernimiento y debe estar guiado por criterios jurídicos y éticos estrictos. Constituye un medio de presión para obligar a los gobiernos que han violado el código internacional de buena conducta a revisar sus decisiones. Pero, en cierto sentido, es también un acto de fuerza y, como demuestran algunos casos de actualidad, inflige graves privaciones a las poblaciones de los países que lo sufren. Me llegan a menudo solicitudes de ayuda de parte de esas personas víctimas del aislamiento y la indigencia. Aquí quisiera recordaros a vosotros, que sois diplomáticos, que, antes de imponer esas medidas, es preciso prever siempre las consecuencias humanitarias de las sanciones, velando por la justa proporción que deben guardar con el mal al que se quiere poner remedio.

La paz no se escribe con letras de sangre

8. Estas consideraciones no constituyen una utopía, pues afortunadamente tenemos noticia de situaciones donde la comunidad internacional ha sabido mostrarse clarividente y eficaz. Deseo aprovechar esta ocasión, de modo especial, para alentar a todos los que están comprometidos en el proceso de paz en Oriente próximo, pues es la demostración de que, con el diálogo, puede cambiar el curso de la historia. Ciertamente, sabemos que en esa Tierra santa, donde Jesús nació hace ya dos mil años, los enfrentamientos y las exclusiones persisten. El pueblo palestino espera aún ver plenamente realizadas sus aspiraciones. El Líbano no ha recuperado su plena soberanía. Pero no debemos considerarlas fatalidades.

No faltarán nunca hombres valerosos, que acepten reunirse y escucharse. Esos hombres serán capaces de encontrar los instrumentos adecuados para construir sociedades donde toda persona sea indispensable para las demás, donde la diversidad sea considerada ante todo como una riqueza. La paz no se escribe con letras de sangre, sino con la inteligencia y con el corazón.

Sudáfrica nos lo demuestra. Ese gran país ha sabido aceptar con madurez el desafío de elecciones multirraciales: da ejemplo a muchas otras naciones, tanto de África como de otros continentes, haciendo que el espíritu de reconciliación y de compromiso prevalezca sobre los sobresaltos propios de las inevitables crisis de la transición.

El cese el fuego impuesto en Irlanda del norte, seguido por negociaciones entre los representantes de las dos partes que se enfrentan desde hace decenios, constituye un desarrollo favorable. Deseo animar a todos los implicados para que se esfuercen sinceramente por buscar una solución política, que únicamente puede fundarse en el perdón y el respeto mutuo.

Sí, señoras y señores, estoy convencido de que, si la guerra y la violencia, por desgracia, son contagiosas, también lo es la paz. Brindadle todas las oportunidades posibles. Ante la desintegración de sociedades que en el pasado se mantenían unidas, de buen grado o por la fuerza; ante los nacionalismos depredadores; ante los intentos de dominación declarados o disimulados, los miembros de la comunidad internacional deben luchar juntos para que triunfen por fin las fuerzas de moderación y de fraternidad que abren el camino del diálogo y la negociación.

Cincuenta aniversario de la fundación de la ONU

9. Dentro de algunos meses celebraremos el 50° aniversario de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas: ¿cómo no desear que se convierta cada vez más en el instrumento privilegiado de la promoción y la defensa de la paz? En estos últimos años ha multiplicado las actividades encaminadas a mantener la paz, al igual que las intervenciones dirigidas a facilitar la transición democrática en los Estados que han renunciado al régimen de partido único. También ha creado tribunales para juzgar a los presuntos responsables de crímenes de guerra.

Estos son algunos progresos significativos que impulsan a desear que la Organización se dote de instrumentos cada vez más adecuados y eficaces, para alcanzar sus metas. En el fondo, los logros de una organización como la ONU muestran a las claras que el respeto a los derechos humanos, la exigencia democrática y la observancia de la ley son los cimientos sobre los que debe fundarse un mundo sumamente complejo, cuya supervivencia depende del lugar que se concede al hombre como auténtico fin de cualquier política.

La Conferencia internacional de El Cairo

10. Con este espíritu la Santa Sede ha actuado durante la reciente Conferencia sobre población y desarrollo, que se celebró en El Cairo en el mes de septiembre de 1994. Ante el intento de limitar a la persona y sus motivaciones, en un ámbito tan serio como el de la vida y de la solidaridad humana, la Santa Sede consideró que tenia el deber de poner a las autoridades de las naciones ante su responsabilidad y ayudarles a tomar conciencia del peligro que implica imponer a la humanidad entera una visión de las cosas y un estilo de vida propios de una minoría. Al obrar así, la Santa Sede está convencida de haber defendido al hombre. Permitidme citar, a este respecto, las palabras inolvidables de mi predecesor el Papa Pablo VI, pronunciadas en su mensaje de Navidad, el 25 de diciembre de 1973: «¡Ay de quien lo toque (al hombre)! Su vida es sagrada desde el seno materno. Nace siempre dotado de esta peligrosa pero divina prerrogativa, la libertad, educable pero inviolable. Nace persona autosuficiente, pero necesitada igualmente de convivencia social; nace dotado de pensamiento y voluntad, destinado al bien, pero capaz de error y de pecado. Nace para la verdad, para el amor» (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 30 de diciembre de 1973, p. 2).

Muchos participantes en la Conferencia de El Cairo esperaban de la Santa Sede esas palabras y ese testimonio. Por otra parte, su razón de ser en el seno de la comunidad de las naciones consiste en ser la voz que la conciencia humana espera, sin subestimar por eso la aportación de otras tradiciones religiosas. La Sede apostólica, autoridad espiritual y universal, seguirá prestando ese servicio a la humanidad, sin otra preocupación que la de recordar incansablemente las exigencias del bien común, el respeto a la persona humana y la promoción de los valores espirituales más elevados.

Lo que está en juego es la dimensión trascendente del hombre, que no debe quedar sometida a los caprichos de los hombres de Estado o a las ideologías. También los responsables de las sociedades están al servicio del hombre: sus conciudadanos, al otorgarles su confianza, esperan de ellos una adhesión indefectible al bien, la perseverancia en el esfuerzo, la honradez en la gestión de los asuntos públicos, así como la capacidad de escuchar a todos, sin discriminación alguna. Existe una moralidad de servicio a la ciudad, que no sólo excluye la corrupción, sino también la ambigüedad o los compromisos. La Santa Sede considera que está al servicio de este despertar de la conciencia, sin ninguna ambición temporal, dado que el modesto Estado de la Ciudad del Vaticano no es más que el soporte mínimo necesario para el ejercicio de una autoridad espiritual independiente y reconocida internacionalmente. Vuestra presencia aquí, señoras y señores, testimonia que es precisamente así como lo entienden vuestros gobernantes.

Crear un clima de fraternidad y confianza

11. No me queda más que expresaros mi gratitud por el acierto con que cumplís vuestra misión, señoras y señores, y renovaros mis mejores deseos, para vosotros, para vuestras familias y para los pueblos que representáis. De todo corazón, expreso mi deseo de que colaboremos cada vez mejor para crear un clima de fraternidad y confianza entre las personas y los pueblos para preparar un mundo más digno de los hombres bajo la mirada de Dios. Os bendiga a vosotros y a vuestros compatriotas Dios, «que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar» (Ef 3, 20).