A la reunión de la cadena COPE, 6 de julio de 1998
MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN
DE RADIO POPULAR-CADENA COPE
Al señor
Don Salvador SÁNCHEZ TERÁN
Presidente del Consejo de administración de Radio popular - Cadena COPE
1. Me complace enviar un cordial saludo a los participantes en la Convención anual de los directores de todas las emisoras de la COPE y asociadas y de los directores de los principales programas, que en estos días tiene lugar en la ciudad eterna. Con ello han querido dar una muestra significativa, con la mirada puesta en el acontecimiento singular que es el próximo gran jubileo del 2000, de sus sentimientos de adhesión y afecto al Sucesor del apóstol san Pedro, así como de su cercanía a la Santa Sede.
Les agradezco de verdad este gesto, que es muy elocuente. En el último día de la Convención los participantes en la misma van a tener la oportunidad de asistir a la audiencia general que congrega todos los miércoles a tantos peregrinos en torno al Papa y, en esa ocasión, podrán recibir, junto con unas palabras de aliento, la bendición apostólica. Pero mientras llega ese momento, quiero anticiparles ya mi saludo y renovarles las expresiones de aprecio y de agradecimiento por su aportación, desde las ondas radiofónicas, a la misión de la Iglesia de anunciar a Jesucristo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
2. El origen de la red de emisoras de la Cadena COPE se remonta a aquellas emisoras parroquiales, promovidas por el celo apostólico de sacerdotes y laicos católicos, que en los años sesenta animaban la vida en los pueblos y ciudades de España. No faltaron tampoco emisoras diocesanas, cuyo ámbito y posibilidades eran ciertamente mayores. Unas y otras se fundieron y así surgió la Cadena COPE de nuestros días. Desde entonces y a lo largo de casi cuarenta años, muchos hombres y mujeres han aportado su trabajo y su ilusión, no siempre con abundancia de medios pero siempre animados por un espíritu apostólico, creativo y entusiasta.
Hoy los tiempos han cambiado. El progreso técnico nos ha proporcionado medios potentes y ya no es la carencia material o los instrumentos lo que hoy dificulta el trabajo de los comunicadores sociales. Un gran reto de nuestros días consiste más bien en saber encauzar el inmenso poder de los modernos medios de comunicación social para que contribuyan al desarrollo de una vida más digna y elevada. A este respecto, escribía en el Mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de este año: «No conviene olvidar que la comunicación a través de los medios de comunicación social no es un ejercicio práctico dirigido sólo a motivar, persuadir o vender. Mucho menos, un vehículo para la ideología. Los medios de comunicación pueden a veces reducir a los seres humanos a simples unidades de consumo, o a grupos rivales de interés; también pueden manipular a los espectadores, lectores y oyentes, considerándolos meras cifras de las que se obtienen ventajas, sea en venta de productos sea en apoyo político» (n. 4).
Ante ello, en la COPE debéis tener claros los objetivos y las motivaciones. La Conferencia episcopal española, que sigue con solicitud vuestra actividad y que en esta reunión se ha hecho presente por medio de su presidente, mons. Elías Yanes, arzobispo de Zaragoza, ha establecido un ideario, asumido por vosotros, con el fin de aplicar concretamente en la realidad lo que la Iglesia ens ña sobre el papel de los medios de comunicación social en la sociedad.
El carácter católico de la COPE debe evitar equívocos y os compromete a todos a la coherencia con los principios y valores del humanismo cristiano. Ello no supone necesariamente identificarse con un modo de hacer radio cuyo contenido sea explícita y exclusivamente religioso, aunque ésta sea una forma muy válida, estimada y seguida por algunas emisoras. En la COPE habéis optado por un modelo de radio más general, que pretende llegar a un número mayor de personas, asumiendo así horizontes más amplios. Sin embargo, esto no os debe impedir el tratar de llevar el mensaje y la paz de Jesucristo a todos, a los de cerca y a los de lejos (cf. Ef 2, 17), incluso a quienes no muestran interés por Él. Ello os obliga a un esfuerzo por mantener el equilibrio, os alerta a dominar la tensión entre lo humano y lo divino, entre el Evangelio y el materialismo, entre los valores perennes anunciados por Jesucristo y los postulados de la secularización.
3. Los cristianos que trabajan en los medios de comunicación social tienen ante sí un gran desafío al que ya me refería en el citado mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones: «en el uso de las comunicaciones, no se limite a la difusión del Evangelio, sino que integre realmente el mensaje evangélico en la "nueva cultura" creada por las modernas comunicaciones, con sus nuevos lenguajes, nuevas técnicas y nuevos comportamientos psicológicos» (n. 5). En este sentido, se os exige un compromiso serio: por una parte, llevar a cabo gozosamente la acción evangelizadora explícita, bajo la guía del Espíritu Santo y el magisterio de los pastores, a través de un lenguaje expresivo y persuasivo; por otra, asumir las realidades del mundo presente, proponiéndolas a los hombres y mujeres de nuestro tiempo en el marco de la cosmovisión cristiana que abarca a la persona, la sociedad y la naturaleza toda.
Además, hay que tener en cuenta la importancia trascendental que tiene el testimonio personal y profesional de cuantos trabajáis en la Cadena COPE. Por ello, os aliento a no sucumbir a tentaciones, tan sutiles y engañosas, como la ambición, la vanidad, el dinero o la popularidad. Poneos con sencillez a disposición de cuantos esperan de vosotros el inapreciable servicio de la información rigurosa, la opinión ponderada, la llamada a la convivencia plural, respetuosa y pacífica, y, en definitiva, al amor con raíces cristianas.
4. Finalmente quiero referirme al gran acontecimiento que nos espera y para el cual nos estamos preparando: el gran jubileo del año 2000. En él la Iglesia va a celebrar el bimilenario de la venida de Cristo al mundo, que es el acontecimiento principal de toda la historia, la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4), el inicio del cristianismo. Jesucristo es el centro del cosmos y de la historia, el alfa y la omega, el principio y el fin. Ante este acontecimiento, es preciso plantear con fuerza el interrogante que propuse a los comunicadores el pasado año: «¿Encuentra todavía Cristo un lugar en los medios tradicionales de comunicación social? ¿Podemos reivindicar para él un lugar en los nuevos medios?» (Mensaje para la XXXI Jornada mundial de los medios de comunicación social, 24 de enero de 1997). Por ello, os aliento a que en la Cadena COPE redobléis los esfuerzos para que Jesucristo, Palabra de Dios, esté presente y guíe vuestros pasos en una tarea tan noble como la que realizáis.
A todos vosotros, a los trabajadores y colaboradores de la COPE, a vuestros familiares y a los radioyentes me es grato impartir en esta circunstancia la implorada bendición apostólica.
Vaticano, 6 de julio de 1998
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