A los cardenales tras recibir el palio, 30 de junio de 1998
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS METROPOLITANOS QUE HABÍAN RECIBIDO EL PALIO
Y A SUS FAMILIARES
Sala Pablo VI
Martes 30 de junio de 1998
Venerados hermanos en el episcopado;
amadísimos hermanos y hermanas:
1. Ayer, en la solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, siguiendo una significativa tradición, tuve la alegría de imponeros los palios, amadísimos arzobispos metropolitanos nombrados durante el último año. Hoy, con alegría y gratitud, os acojo con vuestros familiares y con los fieles que os han acompañado a Roma para esta feliz circunstancia. Os doy a todos una cordial bienvenida, y dirijo un saludo particular a los nuevos metropolitanos italianos, mons. Gennaro Franceschetti, arzobispo de Fermo, y mons. Giuseppe Molinari, arzobispo de LAquila.
El palio, como bien sabéis, es insignia litúrgica papal que, a partir del siglo IX, los arzobispos metropolitanos piden al Obispo de Roma como signo de unidad y de comunión plena con la sede del Sucesor de Pedro. Los palios, confeccionados cada año con la lana de dos corderos blancos bendecidos en la memoria de Santa Inés, se conservan en un cofre adecuado junto a la tumba de Pedro, bajo el altar de la Confesión, para entregarlos después a los nuevos metropolitanos en la fiesta del Apóstol.
2. Me alegro con vosotros, amadísimos fieles, por este encuentro, porque confiere a esta antiquísima tradición un marco eclesial muy propicio para poner de relieve su valor y su sentido. Procedéis de diversos países del mundo, y vuestra presencia orante y alegre, junto a vuestros respectivos pastores, hace más expresivo aún el signo de la imposición de los palios, que manifiesta de suyo la unidad católica cum Petro et sub Petro. Por tanto, os expreso mi complacencia, queridos hermanos y hermanas, por esta peregrinación. Deseo que dé abundantes frutos de fe y de vida evangélica en cada uno de vosotros, en vuestras familias y en vuestras comunidades eclesiales.
Después del saludo general en italiano, el Santo Padre dedicó unas afectuosas palabras a cada uno de los nuevos metropolitanos en sus respectivas lenguas. En español dijo:
Deseo dirigir un cordial saludo a mons. Luis Augusto Castro Quiroga, arzobispo de Tunja, en Colombia, a mons. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, Argentina, y a mons. Francisco Javier Errázuriz Ossa, arzobispo de Santiago de Chile, así como a los sacerdotes y fieles de sus respectivas Iglesias particulares, familiares y amigos que les acompañan en el momento de recibir el palio que les distingue como metropolitanos de sus respectivas provincias eclesiásticas.
Pido a la Virgen María, nuestra Madre del cielo y Estrella de la nueva evangelización, que proteja su ministerio en esta nueva responsabilidad que la Iglesia les ha encomendado, que aliente a los sacerdotes y comunidades religiosas de sus Iglesias particulares, haga crecer en ellas las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada y fortalezca la fe de sus fieles. Llevadles a todos mi afectuoso saludo, junto con la bendición apostólica, que ahora os imparto de corazón.
Al término de la audiencia, Juan Pablo II saludó y bendijo a los participantes con estas palabras:
Os encomiendo, queridos hermanos y hermanas, a la Virgen santísima, Madre de la Iglesia, mientras os imparto de corazón la bendición apostólica a todos vosotros y a las comunidades de las que procedéis, y renuevo mi abrazo de paz a los arzobispos metropolitanos, vuestros celosos pastores.
Copyright © Libreria Editrice Vaticana