A una delegación de participantes en los campeonatos mundiales de natación, 1 agosto 2009- Benedicto XVI
DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN DE PARTICIPANTES
EN LOS CAMPEONATOS MUNDIALES DE NATACIÓN
Castelgandolfo
Sábado 1 de agosto de 2009
Queridos amigos:
He aceptado con mucho gusto vuestra invitación a tener un encuentro con vosotros con ocasión de los campeonatos mundiales de natación. Gracias por vuestra grata visita; doy gustoso a cada uno y cada una de vosotros mi cordial bienvenida. Ante todo dirijo un pensamiento deferente al presidente de la Federación internacional de natación (FINA), señor Julio Maglione, y al presidente de la Federación italiana de natación (FIN), honorable Paolo Barelli, al mismo tiempo que les doy las gracias por las amables palabras que me han dirigido en nombre de todos vosotros. Saludo a las autoridades presentes, a los dirigentes y responsables; a los técnicos, los delegados, los periodistas y los operadores de los medios de comunicación social; a los voluntarios, los organizadores y cuantos han contribuido a la realización de este acontecimiento deportivo mundial.
Mi saludo más afectuoso es especialmente para vosotros, queridos atletas de diferentes nacionalidades, que sois los protagonistas de estos campeonatos de natación. Con vuestras competiciones ofrecéis al mundo un atractivo espectáculo de disciplina y de humanidad, de belleza artística y voluntad tenaz. Mostráis qué metas puede alcanzar la vitalidad de la juventud cuando no se rehúye la fatiga de duros entrenamientos y se aceptan de buen grado no pocos sacrificios y privaciones. Todo esto constituye una importante lección de vida también para vuestros coetáneos.
Como acaban de recordar, el deporte, practicado con pasión y atento sentido ético, especialmente por la juventud, se convierte en gimnasio de sana competición y perfeccionamiento físico, escuela de formación en los valores humanos y espirituales, medio privilegiado de crecimiento personal y de contacto con la sociedad. Asistiendo a estos campeonatos mundiales de natación y admirando los resultados conseguidos, no es difícil darse cuenta de cuántas potencialidades ha dotado Dios al cuerpo humano, y qué interesantes objetivos de perfección puede alcanzar.
Mi pensamiento se dirige al estupor del salmista que, contemplando el universo, canta la gloria de Dios y la grandeza del ser humano. "Al ver tu cielo, —leemos en el Salmo 8— hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que fijaste tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo del hombre para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios lo hiciste, coronándolo de gloria y de esplendor" (4-6). Así pues, ¡cómo no dar gracias al Señor por haber dotado al cuerpo del hombre de tanta perfección; por haberlo enriquecido con una belleza y una armonía que se pueden expresar de tantos modos!
Las disciplinas deportivas, cada una con distintas modalidades, nos ayudan a apreciar este don que Dios nos ha dado. La Iglesia sigue y se interesa por el deporte, practicado no como un fin en sí mismo, sino como un medio, como instrumento precioso para la formación perfecta y equilibrada de toda la persona. También en la Biblia encontramos interesantes referencias al deporte como imagen de la vida. Por ejemplo, el apóstol san Pablo lo considera un auténtico valor humano; no sólo lo utiliza como metáfora para ilustrar altos ideales éticos y ascéticos, sino también como medio para la formación del hombre y como parte de su cultura y de su civilización.
Vosotros, queridos atletas, sois modelo para vuestros coetáneos, y vuestro ejemplo puede ser determinante para ellos en la construcción positiva de su futuro. Así pues, ¡sed campeones en el deporte y en la vida! Antes se ha hecho alusión a Juan Pablo II, el cual, al encontrarse en octubre del año santo 2000 con el mundo del deporte, puso de relieve la gran importancia de la práctica deportiva, precisamente porque "puede favorecer en los jóvenes la afirmación de valores importantes como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la comunión y la solidaridad" (Homilía durante la misa en el jubileo de los deportistas, 29 de octubre de 2000, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de noviembre de 2000, p. 5). Además, manifestaciones deportivas como la vuestra, gracias a los medios modernos de comunicación social, ejercen un notable impacto en la opinión pública, dado que el lenguaje del deporte es universal y llega especialmente a las nuevas generaciones. Hacer circular mensajes positivos a través del deporte contribuye, por tanto, a construir un mundo más fraterno y solidario.
Queridos amigos deportistas de lengua francesa, me alegra recibiros y saludaros cordialmente con ocasión de los campeonatos mundiales de natación. El deporte que practicáis es una escuela de generosidad, lealtad y respeto al otro. Ojalá favorezca el desarrollo de los valores de amistad y comunión entre las personas y entre los pueblos. Que Dios os bendiga.
Me alegra saludar a los atletas de lengua inglesa que participan en los campeonatos mundiales de la Federación internacional de natación, junto a los numerosos dirigentes, personal de apoyo, voluntarios y amigos que os han acompañado aquí en Roma estos días. Que vuestra búsqueda de la excelencia vaya acompañada de la gratitud por los dones que habéis recibido de Dios y por el deseo de ayudar a los demás a utilizar sus propios dones para construir un mundo mejor y más unido. Para vosotros y vuestras familias invoco las bendiciones de Dios de alegría y paz.
Saludo cordialmente a los atletas de lengua alemana que participan en los campeonatos mundiales de natación aquí en Roma. Queridos amigos, como competidores deportivos ofrecéis actuaciones muy elevadas y sois ejemplo para muchos jóvenes. Comprometeos en el mundo en que vivís por lo que es bueno y duradero, a fin de que el deporte sirva para desarrollar los dones que Dios ha dado al hombre. Que el Señor os bendiga en vuestro camino.
Saludo cordialmente a los presentes de lengua española: atletas, dirigentes y cuantos han participado de varios modos en el campeonato mundial de natación. Os invito a seguir fomentando el deporte de acuerdo con los más altos valores humanos, de manera que favorezca el sano desarrollo físico de quienes lo practican, y sea así una propuesta para la formación integral de niños y jóvenes. Muchas gracias.
Queridos amigos de lengua portuguesa que tomáis parte en este campeonato mundial de natación, os saludo a todos cordialmente, aprovechando la ocasión para agradeceros la lección de vida que ofrecéis al mundo, hecha de disciplina y humanidad, de belleza artística y voluntad fuerte para vencer y sobre todo para vencerse a sí mismo. Invoco la ayuda de Dios para vosotros y vuestras familias, y os imparto la bendición apostólica.
Queridos amigos, y sobre todo vosotros, queridos atletas, al mismo tiempo que os doy las gracias por este encuentro cordial, os deseo que "nadéis" hacia ideales cada vez más inigualables. Os aseguro un recuerdo en la oración e invoco, por intercesión de la santísima Virgen María, la bendición divina sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre todos vuestros seres queridos.
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