Al Congreso Europeo de los capellanes universitarios

Autor: Juan Pablo II

 

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO EUROPEO
DE CAPELLANES UNIVERSITARIOS

Viernes 1 de mayo de 1998

Amadísimos capellanes universitarios:

1. Me alegra acogeros en esta audiencia especial, que tiene lugar con ocasión del congreso organizado para celebrar el quincuagésimo aniversario de la capilla de la universidad «La Sapienza». Representáis aquí a muchas e ilustres universidades de varios países de Europa. Deseo expresaros mi aprecio por la generosa disponibilidad con que habéis respondido a la invitación de la Congregación para la educación católica y de los Consejos pontificios para los laicos y para la cultura, permitiendo realizar con vuestra participación este encuentro de notable importancia pastoral.

Agradezco al señor cardenal Pio Laghi el cordial saludo con que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos. Saludo, asimismo, a los demás señores cardenales, que honran con su presencia este encuentro. Una palabra de especial aprobación merecen también el Consejo de las Conferencias episcopales de Europa, la comisión diocesana para la pastoral universitaria del Vicariato de Roma y el rector magnífico de la universidad «La Sapienza», por su solícita contribución a la realización de esta iniciativa.

El tema elegido para vuestros trabajos brinda la oportunidad de verificar y profundizar las orientaciones pastorales sugeridas en el documento «Presencia de la Iglesia en la universidad y en la cultura universitaria», y de aplicarlas a la luz del camino de nueva evangelización que se va realizando en Europa después de la Asamblea especial del Sínodo de los obispos, que se celebró en 1991.

2. Como dije a los obispos europeos hace algunos años, «la Europa a la que somos enviados ha sufrido tales y tantas transformaciones culturales, políticas, sociales y económicas, que es preciso plantear el problema de la evangelización en términos totalmente nuevos. Podríamos incluso decir que Europa, tal como está configurada después de las complejas vicisitudes del último siglo, ha presentado al cristianismo y a la Iglesia el desafío más radical que ha conocido la historia, pero al mismo tiempo abre hoy nuevas y creativas posibilidades de anuncio y de encarnación del Evangelio» (Discurso al Consejo de las Conferencias episcopales de Europa, 11 de octubre de 1985, n. 1: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de octubre de 1985, p. 9). Nuestra época, tan rica en medios en los países de alto nivel de desarrollo tecnológico, se presenta dramáticamente pobre en objetivos. El hombre de hoy, desprovisto de referencias objetivas y de valores, también está herido por un escepticismo difundido en los fundamentos mismos del saber y de la ética; se encierra frecuentemente en perspectivas reducidas y se contenta con apoyos precarios.

En estos momentos de relativismo, una cultura que exalte de manera absoluta a la persona y ya no la impulse a la solidaridad se expone al riesgo de ver que la libertad se transforma en dominio de los más fuertes sobre los más débiles, en contradicción consigo misma. Esto compromete las relaciones personales, empobrece y deforma la convivencia, y sujeta el saber al poder de un pensamiento que lo explota.

3. La pastoral universitaria, cuyo corazón palpitante es la capellanía, tiene el cometido de establecer con dinámica confiada y paciente las coordenadas entre las que es posible insertar el Evangelio, indicando sin incertidumbres como centro de la desorientación actual la ausencia del sentido de Dios. En efecto, como enseña el concilio Vaticano II, «por el olvido de Dios la criatura misma queda obscurecida» (Gaudium et spes, 36).

Sin una referencia compartida respecto a los valores objetivos, incluso la convergencia cultural sobre la dignidad de la persona y sobre el valor de la vida

—aun tan difundida— corre el riesgo de permanecer insignificante. La verdad cristiana es atrayente y persuasiva precisamente cuando sabe ofrecer orientaciones firmes a la existencia humana, anunciando de manera convincente a Cristo, que toma de la mano al caminante inseguro y dudoso, para mostrarle la dirección y la meta. Dice Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6).

La fe cristiana, don gratuito de Dios, es, pues, una opción motivada y razonable: se confronta seriamente con las exigencias auténticas del espíritu humano; estima la reflexión atenta y no teme el juicio riguroso de un profundo examen crítico.

En este contexto se inserta muy felizmente la celebración del cincuentenario de la capilla de la universidad «La Sapienza ». Don lleno de intuición profética de mi venerado predecesor el Papa Pío XII, es para la comunidad universitaria de Roma una presencia de elevado horizonte pastoral y cultural.

4. Mi pensamiento va ahora a todas las capellanías presentes en las universidades de Europa, que, según una larga tradición, proporcionan a sus comunidades universitarias momentos de reflexión religiosa y un impulso hacia la renovación de la cultura cristiana. Vuestra presencia, queridos capellanes y agentes pastorales, es testimonio vivo de una sabia tradición, capaz de dar respuestas concretas a las necesidades actuales. Os animo a continuar vuestros esfuerzos e intensificar el compromiso apostólico que os caracteriza. La capilla universitaria es un lugar del espíritu, en el que los creyentes en Cristo, que participan de diferentes modos en el estudio académico, pueden detenerse para rezar y encontrar alimento y orientación. Es un gimnasio de virtudes cristianas, en el que la vida recibida en el bautismo crece y se desarrolla sistemáticamente. Es una casa acogedora y abierta para todos los que, escuchando la voz del Maestro en su interior, se convierten en buscadores de la verdad y sirven a los hombres mediante su dedicación diaria a un saber que no se limita a objetivos estrechos y pragmáticos. En el marco de una modernidad en decadencia, la capilla universitaria está llamada a ser un centro vital para promover la renovación cristiana de la cultura mediante un diálogo respetuoso y franco, unas razones claras y bien fundadas (cf. 1 P 3, 15), y un testimonio que cuestione y convenza.

En esta perspectiva, el trabajo de las capellanías universitarias cobra gran importancia para ayudar a los universitarios, y en particular a los jóvenes, a estar mejor informados y mejor preparados para el gran jubileo. Para el año 2000 están programados un encuentro internacional de profesores universitarios y la Jornada mundial de la juventud. Se trata de dos acontecimientos muy significativos, que requieren una colaboración más estrecha entre las capellanías universitarias, tanto a nivel nacional como europeo, con vistas a asegurar una preparación específica y una participación más efectiva por parte del sector universitario.

5. La capilla universitaria se presenta, pues, como una estructura pastoralmente idónea para responder al anhelo de salvación que palpita en el corazón del hombre y se manifiesta, a veces de forma contradictoria, también en nuestro tiempo, particularmente en la vida de los jóvenes.

Los nuevos perfiles de la pastoral universitaria constituyen la modalidad específica con que la Iglesia quiere insertarse de manera cada vez más eficaz, competente y respetuosa en los lugares donde maduran las opciones de pensamiento, de las que dependerán muchos comportamientos personales y sociales de las generaciones futuras.

La obra de evangelización de las capellanías universitarias quiere ayudar al hombre de hoy, sobre todo a las nuevas generaciones, a desenmascarar el carácter ilusorio de muchos sucedáneos culturales y a superar la sugestión recurrente de las figuras mudas de los ídolos, mediante la reconquista de la libertad interior, que abre al servicio del Dios vivo y verdadero (cf. 1 Ts 1, 9).

La capellanía, en diálogo intenso con los diversos componentes de la universidad y experta en la atención espiritual personalizada, responde así a la exigencia de animar, tanto en el sector académico como en el de las comunidades cristianas, el compromiso de la búsqueda de Dios y el testimonio de la fe.

Estoy convencido de que las contribuciones de ilustres relatores y el intercambio de experiencias entre las diversas capellanías brindarán un valioso impulso a la pastoral universitaria y pondrán en marcha una obra de evangelización más eficaz en este importante sector de la sociedad europea.

Deseo saludar, asimismo, a los capellanes universitarios procedentes de Polonia y de los demás países de Europa central. También yo podría formar parte de vuestro grupo, pues, como se dice en el mundo del deporte, soy un «veterano», o, en lenguaje académico, un «senior».

Os expreso mi deseo de que prosigáis enriqueciendo las buenas tradiciones de la pastoral universitaria en Cracovia y en toda Polonia.

¡Que Dios os bendiga!

Con estos deseos, os renuevo a todos mi cordial saludo y os imparto con mucho gusto, como prenda de un servicio fructuoso, una particular bendición apostólica, que extiendo a vuestros colaboradores y a cuantos animan con empeño vuestras capellanías.

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