Regina coeli del domingo 15 de mayo de 1988

Autor: Juan Pablo II

VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, BOLIVIA, LIMA, PARAGUAY

JUAN PABLO II

REGINA CAELILima, domingo 15 de mayo de 1988

"Alégrate, oh Reina del cielo".

María, sin duda, se ha alegrado y ha exultado en el Señor durante las jornadas de este magno Congreso que hoy clausuramos, a lo largo de las cuales el Pueblo de Dios de los países bolivarianos ha manifestado con entusiasmo su fe profunda en Jesús Eucaristía.

Ha sido una celebración litúrgica y popular de varios países hermanos en honor de Quien ha llevado a cabo nuestra salvación, de Quien sigue renovando su obra de amor misericordioso a través de los sacramentos, de Quien ha querido quedarse con nosotros, para ser nuestro compañero, nuestro amigo, nuestro hermano.

La exhortación que el mismo Señor no cesa de dirigirnos: "Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré. (Mt 11, 28), ha sido en estos días una invitación a acercarnos a Él con María y por María.

Ella, "Virgen y Madre, Hija de su Hijo" ―en elocuente expresión de Dante―, está en vuestras naciones a vuestro lado acompañándoos en vuestro caminar, presidiéndoos en vuestro peregrinar en la fe (cf. Redemptoris Mater, 24). En los santuarios marianos, que como joyas embellecen vuestros países, Ella espera a sus hijos para repetirles como Madre amorosa el divino consejo, la palabra de aliento, la fuerza espiritual que tanto necesitamos.

Sería largo y por demás dificultoso enumerar todos aquellos lugares de culto y veneración a la Madre del Redentor; pero vosotros bien los conocéis, y sabéis a dónde acudir para encontrar a la que es "vida, dulzura y esperanza nuestra".

El pueblo católico, con su particular "sensus fidei", invoca a María como Madre; Madre de misericordia, porque Ella lleva en sus brazos y de Ella hemos recibido al Verbo de Dios hecho hombre, venido a nosotros, los hombres, para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (cf. Jn 10, 10); una vida verdadera, plena, gozosa, fruto de la redención, que se perpetúa en la Eucaristía, sacramento del amor.

Celebramos hoy, aquí en el Perú, la solemnidad litúrgica de la Ascensión del Señor a los cielos. Unidos a la Virgen Santísima nos alegramos con Ella por la gloria de su Hijo, en quien se manifestó la fuerza poderosa del Altísimo, "resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y todo cuanto tiene nombre, no sólo en este mundo, sino también en el venidero" (Ef 1, 20-21). Él nos ha precedido en la gloria que esperamos alcanzar y nuestra Madre Santísima nos invita a seguir con fervor en pos de Aquel que nos indica el camino para ir al cielo, y nos dispensa, poniéndola en nuestras manos y en nuestro corazón, la gracia que nos convierte en hijos de Dios.

Que el cántico del "Regina coeli", amadísimos hermanos y hermanas, llegue en solemne y gozoso coro hasta María, hoy y todos los días de nuestra vida, unido al compromiso cristiano de ser testigos de los genuinos valores evangélicos como constructores de paz, fraternidad y armonía en la sociedad peruana y en toda América Latina.

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