Regina coeli del domingo 24 de mayo de 1987

Autor: Juan Pablo II

ACTO DE CONSAGRACIÓN DE LA CAPITANATA A LA VIRGEN

JUAN PABLO II

REGINA CAELI

Domingo 24 de mayo de 1987
Foggia (Italia)

1. Como coronación de esta solemne Eucaristía y antes de rezar el Regina coeli, quisiera ―en unión de mente y corazón con mis hermanos en el Episcopado― confiar a la que Cristo nos ha dejado como Madre, toda la población de esta querida y fiel tierra que me acoge, peregrino del Evangelio, y que está vinculada a la Virgen María por una afectuosa devoción, presente desde hace siglos en su historia.

2. Madre del Redentor y Madre nuestra, confiados recurrimos a tu amor materno e invocamos tu ayuda. En el presente traspaso de civilización, que marca profundamente la vida de la región pullesa; haz que todos los hijos e hijas de la Iglesia en Capitanata, redescubriendo las riquezas de sus grandes tradiciones, tengan la valentía de vivir con profundidad el mensaje de tu Divino Hijo, "camino, verdad y vida" (cf. Jn 14, 6), que lo traduzcan en obras, para que sea levadura fecunda de espiritualidad y de humanidad, en todos los sectores de la vida social: en la familia, en la escuela, en el mundo del trabajo y de la cultura, en los ambientes en que se deciden los destinos de la comunidad.

3. Reina del cielo y esperanza nuestra, invocada en Foggia bajo el magnífico título de "Coronada", yo depongo en tu corazón materno los problemas y las angustias, los anhelos y las esperanzas de estos pueblos queridos que confían en Ti. A tu Corazón Inmaculado encomiendo todo el Pueblo de Dios, sacerdotes, religiosos, fieles laicos, hombres y mujeres: que se haga más viva en todos la conciencia de intrépidos testigos de los valores proclamados por el Evangelio frente a las plagas que afligen la vida de hoy. Con acentos especialísimos, a los que con mayor ternura se abre tu Corazón, te confío los jóvenes y sus altos ideales. Ellos serán, en el año 2.000, los que testimonien la vitalidad de hoy y los que recojan ―¡Dios lo quiera!― sus frutos. Que sean ellos ahora los artífices de esos bienes, sobre todo de paz y esperanza, que el mundo moderno en gran parte ha perdido y busca afanosamente.

Alma Madre del Redentor, haz que el paso del Sucesor de Pedro por estas tierras generosas sea fuente de un vivo despertar espiritual y pastoral; que el Año Mariano ya cercano sea para cada una de las almas y para toda la comunidad un prolongado, ardiente Pentecostés. Amén.

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