Ángelus de 01 de enero de 2006

Autor: Benedicto XVI

 

BENEDICTO XVI

ÁNGELUS

Domingo 1 de enero de 2006
Solemnidad de Santa María Madre de Dios
XXXIX Jornada mundial de la paz

Queridos hermanos y hermanas:

En este primer día del año, la Iglesia fija su mirada en la celestial Madre de Dios, que estrecha entre sus brazos al Niño Jesús, fuente de toda bendición. "Salve, Madre santa —canta la liturgia—:  tú has dado a luz al Rey que gobierna el cielo y la tierra por los siglos de los siglos". En el corazón maternal de María resonó, colmándolo de asombro, el anuncio de los ángeles en Belén:  "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que él ama" (Lc 2, 14). Y el evangelio añade que María "conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19). Como ella, también la Iglesia conserva y medita la palabra de Dios, confrontándola con las diversas y cambiantes situaciones que encuentra a lo largo de su camino.
Contemplando a Cristo, que vino a la tierra para darnos su paz, celebramos en el primer día del año la Jornada mundial de la paz, que se inició por voluntad del Papa Pablo VI hace treinta y ocho años. En mi primer Mensaje para esta ocasión, este año he querido proponer un tema recurrente en el magisterio de mis venerados predecesores, desde la memorable encíclica Pacem in terris del beato Papa Juan XXIII, el tema de la verdad como fundamento de una auténtica paz:  "En la verdad, la paz". Este es el lema que propongo a la reflexión de todas las personas de buena voluntad. Cuando el hombre se deja iluminar por el resplandor de la verdad, se transforma interiormente en un valiente artífice de la paz.
El tiempo litúrgico que estamos viviendo nos da una gran lección:  para acoger el don de la paz, debemos abrirnos a la verdad que se reveló en la persona de Jesús, el cual nos enseñó el "contenido" y a la vez el "método" de la paz, es decir, el amor. En efecto, Dios, que es el Amor perfecto y subsistente, se reveló en Jesús asumiendo nuestra condición humana. De este modo también nos indicó el camino de la paz:  el diálogo, el perdón y la solidaridad. He aquí el único camino que lleva a la verdadera paz.
Volvamos nuestra mirada a María santísima, que hoy bendice al mundo entero mostrando a su Hijo divino, el "Príncipe de la paz" (Is 9, 5). Con confianza invoquemos su poderosa intercesión, para que la familia humana, abriéndose al mensaje evangélico, viva en la fraternidad y en la paz el año que hoy comienza. Con estos sentimientos, dirijo a todos los presentes en la plaza de San Pedro y a los que están en conexión mediante la radio y la televisión, mis más cordiales deseos de paz y de bien.

Después del Ángelus

Queridos amigos, expreso viva gratitud al señor presidente de la República italiana por la felicitación que me dirigió durante su tradicional mensaje de fin de año. Yo también lo felicito cordialmente, asegurándole a él y al pueblo italiano un recuerdo en mi oración.
Dirijo un saludo especial a los que, en las diócesis del mundo entero, han organizado momentos de oración y de compromiso en favor de la paz. Quiero recordar, en particular, la marcha promovida por la Conferencia episcopal italiana y por Pax Christi, que se realizó ayer en Trento, así como la organizada para esta jornada en Roma y en numerosas ciudades del mundo por la Comunidad de San Egidio, aquí presente; saludo a los participantes aquí reunidos. Gracias por este gesto.
Sé que estamos en conexión con Rovereto, en la región del Trentino, donde se encuentra una gran campana realizada hace ochenta años en honor de los caídos de todas las guerras y que lleva el nombre de "Maria Dolens", "María Dolorosa". Dentro de poco escucharemos también aquí los tañidos de esa campana. Ojalá que sean auspicio de paz y de fraternidad entre los pueblos. ¡Feliz año a todos! (En español)  Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que participan en la oración del Ángelus en este domingo, en que se celebra la solemnidad de Santa María Madre de Dios y también la Jornada mundial de la paz. Que el amor a la Virgen María nos ayude a seguir mejor a Jesús, que, con su encarnación, ha traído la paz para todo el mundo. Con gran afecto deseo a todos un feliz Año nuevo.

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