Ángelus del 8 de diciembre de 1985

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 8 de diciembre de 1985
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María

1. "Initium mundi melioris".
Comienzo del mundo mejor.

La Iglesia retorna siempre a este comienzo. Tres veces al día reza el "Ángelus". Esta oración nos recuerda que "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Y esto se realizó por obra del Espíritu Santo, y simultáneamente por obra del "fiat" de María en Nazaret: "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra" (Lc 1, 38).

Este es precisamente ese nuevo comienzo: comienzo del mundo mejor, del mundo de Dios en el hombre. Este nuevo comienzo permanece siempre en la historia de la humanidad. Aun cuando ella se desarrolla de modo humano y recorre diversos caminos, en los que entran grandes familias humanas ―pueblos, naciones, generaciones―, sin embargo, ese comienzo divino del mundo mejor está ya presente en todo esto. Y la oración del "Ángelus Domini" nos lo recuerda siempre.

2. Este comienzo divino encontró su primera manifestación en la Inmaculada Concepción de la Virgen, predestinada a ser la Madre del Hijo de Dios. En Ella ―por obra del Redentor― la gracia ha obtenido la victoria sobre el pecado desde el primer momento de la concepción. Ella, que fue concebida en la gracia y no en el pecado original, es la primera que anuncia el comienzo del mundo mejor. Ella, según expresión del Papa Pablo VI, "es la aurora que precede a la luz de nuestra salvación, Cristo Jesús" (Insegnamenti di Paolo VI, vol 2, pág. 525). Su misma Concepción Inmaculada es anunciación.

3. La Iglesia ha sido llamada por Cristo crucificado y resucitado a cooperar con este comienzo salvífico. Por medio de la obra del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha dado un nuevo testimonio de esta vocación, y al mismo tiempo ha emprendido, en el contexto de nuestra época, esta misión que, en el Espíritu Santo, no deja de ser participada por ella en favor de la humanidad, en favor del mundo.

El Sínodo de los Obispos, después de la sesión extraordinaria que hoy terminamos solemnemente, da gracias a todos los que de diversos modos, y especialmente con la oración, lo han ayudado en esta misión vinculada con el XX aniversario de la clausura del Concilio.

Que pueda la Iglesia, conservando plena fidelidad al Espíritu de Jesucristo, caminar incansablemente hacia el "mundo mejor". Que la vida humana en la tierra pueda hacerse cada vez más digna del hombre, y a la vez madurar hacia los destinos eternos que tiene en Dios.

Pidamos esto por medio de María, cuya Inmaculada Concepción ha venido a ser "comienzo del mundo mejor" en Jesucristo.

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