Ángelus del domingo 10 de febrero de 1980
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 10 de febrero de 1980
1. La Iglesia como "comunión" ésta ha sido la idea fundamental y el hilo conductor del Sínodo de los Obispos holandeses, que se ha celebrado recientemente. Esta idea tiene su fuente en la Revelación, en la Tradición, en la doctrina de los Padres, en el magisterio del Concilio Vaticano II.
Efectivamente, toda la iglesia, como enseña la Constitución Lumen gentium, se presenta como "un Pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (núm. 4). En esta divina unidad, o sea comunión, hemos sido introducidos, ante todo, por la obra del Hijo, Verbo Eterno, que por la potencia del Espíritu Santo se ha hecho hombre en el seno de la Virgen para plasmar, entre todas las generaciones humanas, entre los pueblos, las naciones, razas y culturas, la Iglesia, esto es, un Pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Mientras nos encontramos este domingo para meditar juntos, en la oración del "Ángelus", el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, oremos por esta "comunión" sobre la que los obispos de la Iglesia en Holanda han consolidado su unidad, durante el Sínodo, deseando servir de este modo a la unidad de la Iglesia, para la que el Espíritu Santo los ha constituido Pastores.
2. En el curso del Sínodo ha aparecido claro cuánta importancia tiene, para la construcción de la comunión, ese diálogo al que dedicó su primera Encíclica Ecclesiam suam el llorado Papa Pablo VI.
Pensando en el diálogo "dentro de la Iglesia", escribió, entre otras cosas, así: "¡Cuánto quisiéramos gozar en plenitud de fe, de caridad, de obras de este diálogo doméstico! ¡Cuán intenso y familiar lo deseamos! ¡Cuán sensible a todas las verdades, a todas las virtudes, a todas las realidades de nuestro patrimonio doctrinal y espiritual!" (cf. AAS 56 [1964] 657). Y Pablo VI habló también de "imprimir en las relaciones interiores de la Iglesia el espíritu propio de un diálogo entre miembros de una comunidad cuyo principio constitutivo es la caridad" (ib.).
La experiencia del reciente Sínodo, en todos sus participantes, con toda seguridad permanecerá unida precisamente a este diálogo, que, mediante el sincero intercambio de ideas, ha llevado a la comprensión, al acercamiento y a la unión recíproca en la clara conciencia de ser en la Iglesia ministros de la verdad y de la caridad.
3. Estos días, en el ámbito de los organismos de la Santa Sede se han desarrollado dos acontecimientos importantes: la asamblea plenaria anual del Secretariado para la Unión de los Cristianos y la de la Pontificia Comisión "Iustitia et Pax".
Los miembros del Secretariado para la Unión de los Cristianos han profundizado en el tema: "El testimonio común". Es claro que este testimonio que nosotros, todos los cristianos, debemos dar hoy de Jesús, está limitado e incompleto mientras estemos en desacuerdo sobre el contenido de la fe que debemos anunciar al mundo. Por lo tanto es de extrema importancia orar intensamente y trabajar incansablemente por la gran causa de la unidad de los cristianos.
La Pontificia Comisión "Iustitia et Pax", por su parte, ha discutido varios problemas de vivo interés para la Iglesia y para el mundo de hoy, en particular el tema del "desarrollo". El desarrollo colectivo, orgánico, continuo es el presupuesto indispensable para asegurar el concreto ejercicio de los derechos del hombre; la Iglesia sabe y proclama que la medida de todo desarrollo real es la integridad y el respeto de la persona humana, y por tanto presenta a los hombres el ideal del amor social, para oponerse al egoísmo, a la explotación, a la violencia.
4. Hoy es también la fiesta litúrgica de Santa Escolástica, virgen, hermana de San Benito, nacidos ambos hace 1500 años en Nursia.
En esta ocasión me complazco en anunciaros que el domingo 23 del próximo marzo iré en peregrinación a esa ciudad, para participar también yo en las solemnes fiestas del XV centenario del nacimiento de estos dos Santos, a quienes debe tanto, no sólo la Iglesia, sino también la Europa medieval y moderna.
Y precisamente en Nursia, la antiquísima ciudad, rica en historia y arte, cuna de la Orden Benedictina, quiero expresar, en nombre de todo el Pueblo de Dios, el profundo agradecimiento a la Santísima Trinidad por haber hecho el don magnifico de estas dos grandes personalidades a la humanidad, y además me encontraré con esas buenas poblaciones, tan fieles a Cristo y a la Iglesia; para saludarlas, estimularlas y confortarlas espiritualmente en la dura calamidad que les ha probado tanto recientemente.
Por todas estas intenciones suba ahora nuestra oración, queridísimos a la Madre de Dios y Madre de la Iglesia.
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