Ángelus del domingo 11 de diciembre de 1988
JUAN PABLO II
ÁNGELUSDomingo 11 de diciembre de 1988
1. Quiero hoy trasladarme en peregrinación espiritual a la fiesta que está en los Estados Unidos de América, con pensamiento agradecido a los obispos de aquella nación que han concluido en estos días pasados su visita ad Limina.
Es conocido el amor filial que tienen los fieles estadounidenses hacia la Santísima Virgen María. Tal amor ha tomado forma y se ha expresado en el santuario nacional dedicado a la Inmaculada Concepción misterio mariano que hemos contemplado hace pocos días. El santuario está situado en la capital de la nación, Washington, D. C.
La devoción mariana en América tiene raíces antiguas. Se remonta a los primeros comienzos de la evangelización del continente. No deja de ser significativo que la carabela en la que Cristóbal Colón atravesó el Atlántico se llamara "Santa María". Muchos de los emigrantes que se trasladaron a aquel vasto país llevaron consigo una fuerte adhesión a la fe y un amor especial a la Siempre Virgen María, a la que se dirigían bajo numerosas advocaciones.
Teniendo como fondo una tradición semejante no sorprende que los obispos del VI Concilio provincial de Baltimore, en el año 1846, quisieran consagrar los Estados Unidos a la protección de la Inmaculada Concepción. El santuario nacional de Washington quiere ser una proclamación solemne, en el lenguaje de las piedras monumentales, del amor de los fieles hacia la Inmaculada Madre del Redentor.
2. El sacro edificio construido en estilo bizantino y románico, contiene una serie de pequeñas capillas, añadidas a la parte principal de la iglesia. Cada una de ellas está dedicada a celebrar un título mariano, que refleja la devoción más sentida en los mayores grupos étnicos que componen la iglesia en Norteamérica.
Fue para mí una profunda alegría poder visitar en 1979 aquel gran santuario con ocasión de mi primera visita pastoral a aquella nación. Mientras rezaba en el templo y admiraba sorprendido su belleza y grandiosidad, no pude dejar de pensar en el modo tan adecuado en el que, mediante la iglesia mayor y las pequeñas capillas, quiere representar de forma simbólica el valor de la diversidad en la unidad, típico de la Iglesia católica en América. Para todos los pueblos de aquella tierra, desde las poblaciones indefensas hasta los grupos étnicos que han llegado recientemente, la Virgen María se presenta como Madre amable que es, Refugio seguro y Fuente de esperanza.
3. Invito hoy a todos los fieles a que se unan conmigo en la oración por el amado pueblo de Estados Unidos, para que sea fuerte en la fe y en el amor, siempre empeñado en favorecer de la paz y la justicia en el mundo. Que su amor hacia la Madre de Dios le conduzca cada vez más cerca del corazón de su Divino Hijo.
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