Ángelus del domingo 13 de enero de 1980
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 13 de enero de 1980
1. El domingo de hoy pertenece a la fiesta de la Epifanía.
Nos encontramos todavía en el halo de esa luz que condujo a los Magos desde el Oriente a Belén; pero, al mismo tiempo, nos encontramos ya 30 años después: en las orillas del Jordán. Nos hallamos en el momento en que Jesús de Nazaret baja a la corriente de este río, como uno de los que habían llegado para recibir el bautismo de penitencia de las manos de Juan Bautista. Y Él recibió también este bautismo.
El bautismo de Jesús en el Jordán pertenece, según la antiquísima tradición litúrgica de la Iglesia, al conjunto de la Epifanía. Efectivamente, todo lo que en el momento del Nacimiento en Belén se reveló a pocos elegidos ―primero a los pastores, luego a los Magos― ahora, después de 30 años, se revela a todo el Pueblo. A esta revelación, ante todo, se orienta el testimonio de Juan, cuya misión fue preparar la venida de Cristo entre los hombres. Pero después, en el momento mismo del bautismo en el Jordán, es el mismo Padre celeste quien confirma de nuevo el cumplimiento del misterio de la Encarnación.
He aquí en efecto que los que se habían reunido junto al Jordán oyen las palabras: "Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias" (Mt 3, 17). De este modo se confirma de nuevo el mismo misterio, que antes se había revelado en Belén a los Magos.
2. Hoy quiero también encomendar a las oraciones de la Iglesia una reunión particular del Sínodo de los Obispos, que comienza mañana en el Vaticano. En esta reunión toman parte los prelados que pertenecen a una sola provincia eclesiástica, esto es, la provincia holandesa. La idea de convocar este Sínodo maduró como resultado de algunos encuentros y conversaciones con el cardenal Johannes Willebrands, arzobispo de Utrecht, y con todos los obispos de esa provincia. En el Sínodo particular toman parte, además de los miembros del Episcopado holandés, también otras personas, conforme al estatuto del Sínodo de los Obispos.
El Sínodo que, en sus reuniones ordinarias, es la expresión de la colegialidad del Episcopado de toda la Iglesia, en este caso tiene un carácter especial, tanto por el número de los obispos que participan en él, como también por el tema de sus tareas.
El tema ha sido formulado así en el documento de trabajo (instrumentum laboris): ''la acción pastoral de la Iglesia en Holanda en la situación actual".
Los trabajos del Sínodo comienzan mañana por la mañana con la liturgia eucarística, que concelebraré con los participantes.
Ante la importancia de los problemas, deseo encomendar su desarrollo a las oraciones de toda la iglesia.
3. Hoy se celebra en la diócesis de Roma el "Día del Seminario" promovido por la benemérita Obra de las Vocaciones Sacerdotales, para llamar la atención de los fieles de la Urbe sobre este problema importantísimo.
Mientras tomo nota con viva satisfacción de los resultados consoladores de la actividad pastoral desarrollada en estos últimos años, como Obispo de Roma siento toda la gravedad de la situación que se deriva de la continua expansión de la ciudad, y de la necesidad urgente de preparar a los futuros ministros de Dios en número adecuado y con una formación correspondiente a las exigencias particulares del momento.
Por lo tanto, mi invitación se dirige ante todo a los padres, a fin de que, al sostener y estimular las opciones fundamentales de sus hijos, tengan presente, iluminados por profunda fe, la dignidad sublime del sacerdocio y la misión exaltante de anunciar a Cristo, dispensando a los hombres los dones incomparables de salvación y de gracia que brotan de su inmolación en la cruz y de su gloriosa resurrección. Después exhorto a los jóvenes a seguir con generosidad total la voz de Cristo, si los llama a poner a su servicio sus impulsos generosos, su entusiasmo y todos sus fervientes recursos encaminándose a una aventura arriesgada que les hará partícipes de la acción redentora de Jesús. Finalmente pido a todos que eleven plegarias al Señor para que conforte con su ayuda a cuantos se afanan por la formación y el sostenimiento de los candidatos al sacerdocio, mientras en prenda de las recompensas celestes imparto la bendición apostólica.
Deseo saludar de nuevo a los superiores y alumnos del seminario regional de Molfetta, con los que me he encontrado esta mañana y ahora se hallan en la plaza de San Pedro.
En este día dedicado al seminario romano, saludo en ellos a todos los que se preparan al sacerdocio en el mundo entero.
Queridos seminaristas: Ocupáis un puesto especial en mi corazón y en el de la Iglesia.
Os exhorto a prepararos con empeño a las tareas que os esperan, basando vuestra vida en la Palabra de Dios. Gracias a la Palabra de Dios llegaréis a un conocimiento profundo del misterio de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y mañana seréis anunciadores celosos del mensaje cristiano.
Os acompañe mi bendición.
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