Ángelus del domingo 15 de marzo de 1981

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 15 de marzo de 1981

"Utinam hodie vocem Domini audiatis; nolite obdurare corda vestra!": "¡Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón!" (Sal 94 [95], 8).

1. Con estas palabras del Salmo comienza la Iglesia su oración cotidiana durante la Cuaresma. Contienen una ferviente oración para la eficacia de la Palabra de Dios en los corazones humanos. Si esta oración es actual y necesaria en todo tiempo, precisamente durante estos 40 días está recomendado particularmente que todos escuchen la voz de Dios viviente. Es una voz penetrante, si se tiene en cuenta cómo habla Dios durante la Cuaresma, no sólo con la riqueza excepcional de su Palabra en la liturgia y en la vida de la Iglesia, sino sobre todo con la elocuencia pascual de la pasión y de la muerte del propio Hijo; habla con su cruz y su sacrificio.

Este es, en cierto sentido, el tema último en el diálogo con el hombre que dura desde siglos; el diálogo con su mente y con su corazón, con su conciencia y su conducta.

"¿Qué más podría haber hecho y no hice?", parece preguntar cada año, en estos días, el Padre que "tanto amó al mundo que le dio su unigénito Hijo" (Jn 3, 16), y parece preguntar el mismo Hijo, obediente al Padre hasta la muerte y muerte de cruz (cf. Flp 2, 8).

2. "¡No endurezcáis vuestro corazón!".

El corazón quiere decir el hombre en su misma interioridad espiritual; por así decirlo, en el mismo centro de su semejanza con Dios. El hombre interior. El hombre de la conciencia. Nuestra oración, durante la Cuaresma, mira a despertar las conciencias, a sensibilizarlas con relación a la voz de Dios. "No endurezcáis vuestro corazón", dice el Salmista. Efectivamente, la necrosis de las conciencias, su indiferencia con relación al bien y al mal, su desviación, son una gran amenaza para el hombre. Indirectamente son también una amenaza para la sociedad, porque, en última instancia, el nivel moral de la sociedad depende de la conciencia humana.

Y así, nuestra oración cuaresmal por la sensibilidad de las conciencias tiene un significado múltiple. El hombre que tiene el corazón endurecido y la conciencia degenerada, aun cuando puede gozar de la plenitud de las fuerzas y de las capacidades físicas, es un enfermo espiritual, y es necesario hacer todo lo posible para devolverle la salud del alma.

Que la oración de la Iglesia durante la Cuaresma de sus frutos. Al pedir a todos los hombres de buena voluntad que se adhieren a esta oración, lo pido particularmente a los que sufren. Son muchos en el mundo. Hace una semana recordamos a los 400 millones de personas, que llamamos con el nombre de "minusválidos". Queridos hermanos y hermanas que sufrís, que os sentís en desventaja física, ayudad con la oración y con el sacrificio de vuestros sufrimientos, de vuestra suerte dura, a los que están enfermos del alma. A veces ni lo saben, no se dan cuenta de lo enferma que está su alma inmortal. Han adormecido su conciencia y endurecido su corazón. ¡Ayudadlos a despertarse! ¡Ayudadlos a que les llegue la voz de Dios viviente, la voz que habla en la Cuaresma con el sacrificio de la cruz de Cristo!

3. En estos días de Cuaresma la Iglesia suele orar a Cristo por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Que esta oración se intensifique, particularmente en las regiones donde se siente la falta de sacerdotes, de religiosos y de religiosas.

El Dueño de la mies quiere mandar operarios a su mies (cf. Mt 9, 38). Sólo hace falta pedirlo; no descuidar ese servicio fundamental que es la oración: servicio de la confianza de la Iglesia con relación a su Esposo y Pastor de las almas.

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