Ángelus del domingo 15 de noviembre de 1987

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 15 de noviembre de 1987

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. En la, peregrinación espiritual mariana de hoy, deseo dirigir mi pensamiento a la Virgen del Pilar en Zaragoza (España), cuya basílica tuve la alegría de visitar, "y cumplirse un anhelo que ya antes deseaba poder realizar, de mostrarme como hijo devoto de María ante el Pilar sagrado" (Homilía, 6 de noviembre de 1982).

Este santuario venerable, construido a orillas del río Ebro, es un símbolo grandioso de la presencia de María desde los comienzos de la predicación de la Buena Nueva en la Península Ibérica. Según una tradición local muy antigua, la Virgen se apareció al Apóstol Santiago en Zaragoza para confortarlo, y le prometió su ayuda y su asistencia materna en la obra de la predicación apostólica. Más aún, como signo de su protección, Ella le dejó una columna de mármol que, a lo largo de los siglos, ha sido guardada devotamente en la santa capilla, que después dio nombre al santuario.

2. Desde entonces "el Pilar de Zaragoza" (como se le llama en España), es considerado "el símbolo de la firmeza de fe de los españoles" (Homilía, cit.), y es al mismo tiempo una indicación del camino que lleva al conocimiento de Cristo por medio de la predicación apostólica. En este sentido, se cumple de forma significativa lo que he escrito al respecto en la Encíclica Redemptoris Mater: "Los que a través de los siglos, de entre los diversos pueblos y naciones de la tierra, acogen con fe el misterio de Cristo, Verbo encarnado y Redentor del mundo, no sólo se dirigen con veneración y recurren con confianza a María como a su Madre, sino que buscan en su fe el sostén para la propia fe" (n. 27).

Por eso, multitud de cristianos de todas las épocas han proclamado Bienaventurada a la Virgen del Pilar.

Los cristianos de España han visto en el "pilar" una clara analogía con esa columna que guió la peregrinación del pueblo de Israel hacia la Tierra prometida (cf. Núm 14, 14). Y así, a lo largo de los siglos, ellos han podido cantar: "Columnam ducem habemus" (cf. Misa de la Virgen del Pilar, ant. de entrada). Sí, tenemos como guía una columna que acompaña al nuevo Israel, a la Iglesia, en su peregrinar hacia la Tierra prometida, que es Cristo el Señor. La Virgen del Pilar es el "faro esplendente", el "trono de gloria", que guía y consolida la fe de un pueblo que no se canta de repetir en la Salve Regina: "Muéstranos a Jesús".

3. "Es lo que María realiza constantemente, como queda plasmado en el gesto de tantas imágenes de la Virgen... Ella, con su Hijo en brazos, como aquí en el Pilar, nos lo muestra sin cesar como 'el camino, la verdad y la vida' " (Homilía, cit.). Y cuando, para nuestra desgracia, perdemos la amistad con Dios a causa del pecado, "buscamos instintivamente a Aquel que tiene el poder de perdonar los pecados (cf. Lc 5, 24), y lo buscamos por medio de María, cuyos santuarios son lugares de conversión, de penitencia, de reconciliación con Dios. Ella despierta en nosotros la esperanza de la enmienda y de la perseverancia en el bien" (Homilía, 30 de enero de 1979).

Santísima Virgen del Pilar, aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, enardece nuestra caridad. Así sea.

© Copyright 1987 - Libreria Editrice Vaticana