Ángelus del domingo 16 de enero de 1983

Autor: Juan Pablo II

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 16 de enero de 1983

1. "Haced lo que Él diga"(Jn 2, 5).

Estas palabras de María resuenan, con el pasaje del Evangelio de Juan, en la liturgia de hoy. Fueron pronunciadas en Caná de Galilea, durante las bodas a las que había sido invitado Jesús con la Madre y sus discípulos. María dijo estas palabras a los sirvientes pero antes se había dirigido a su Hijo con una súplica, indicando la difícil situación en que se encontraron los dueños de la casa y los nuevos esposos, cuando faltó el vino.

Sabemos por el Evangelio que los sirvientes obedecieron al punto a las palabras de la Madre de Jesús. Sabemos también que cuando, según el mandato de Jesús, llenaron de agua las tinajas y ofrecieron aquella agua al mayordomo, la bebida se había convertido en vino. "Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos -añade el Evangelista-, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en Él", (Jn 2, 11).

2. "Haced lo Él diga"

También nosotros queremos cumplir un mandamiento especial y la voluntad de Cristo Señor, comenzando en el curso de los próximos días (del 18 al 25 de enero), las anuales oraciones por la unidad de los cristianos.

Durante esta semana de oración deseamos estar unidos sobre todo a nuestro Señor y Salvador, que en el Cenáculo suplicó a su Padre "para que sean uno" (Jn 17, 11). La oración de Cristo por la unidad de sus discípulos y confesores en todo el mundo parece resonar con una especial fuerza y esperanza en la generación contemporánea de los cristianos.

Deseamos, pues, sobre todo durante los próximos días, orar juntamente con todos nuestros hermanos, con quienes todavía no nos une la plenitud de la comunión cristiana, a fin de que el tiempo de la unidad se acerque y madure.

Queremos hacerlo este año bajo el lema: "Jesucristo, la vida del mundo" (cf. 1 Jn 1, 1-4), en torno al cual se unen todas las comunidades cristianas en el nombre de Cristo.

3. Durante el año pasado han realizado su visita "ad Limina" los obispos de Austria. Quiero dirigir, esta mañana, un saludo especial al cardenal Franz König y a los obispos de esa amada nación, a los sacerdotes y a cuantos gastan sus energías en los diversos sectores de la actividad pastoral.

En el curso de la visita "ad Limina" he recibido de los hermanos en el Episcopado referencias precisas y actualizadas sobre la situación de aquella Iglesia, que cuenta con ricas tradiciones de vida cristiana y está afrontando en el presente el esfuerzo de adecuarse a las exigencias de los tiempos nuevos con fiel adhesión a los valores perennes del mensaje cristiano. He apreciado con alegría, entre otras cosas, tanto el empeño que se pone en la pastoral vocacional para asegurar una presencia adecuada de personas totalmente consagradas a la causa del reino de Cristo, como el servicio que la comunidad cristiana ofrece en el sector de la educación juvenil, lo mismo que en el de la actividad caritativa.

Al renovar a los obispos de Austria y, por medio de ellos, a todos los fieles de esa nación mi más viva gratitud por el testimonio de comunión con la Sede de Pedro, ofrecido también en esta circunstancia, aseguro mi constante oración, en particular por una celebración fructuosa del "Katholikentag", que tendrá lugar allí el próximo mes de septiembre.

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